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Actualizado: 15 de julio de 2025
Los muchachos corrieron hacia Momo, quien de un golpe vació las alforjas, y de ellas salieron, como de un cuerno de la Abundancia, largas cáfilas de frutas de invierno, con las que se suele festejar en España la víspera de Todos Santos: nueces, castañas, granadas, batatas, etc. Si Marisalada nos trajera mañana algún pescado dijo la mayor de las muchachas , tendríamos jolgorio.
Durante la confusión que siguió al ataque, algunas tropas acudieron a cercar el campo francés vencido, y otras corrieron en auxilio de los regimientos de Irlanda y Órdenes, puestos en gran compromiso.
Pero los hermanos eran duros de oreja, y seguían tirando. De pronto se inició en la turba el pavor de la fuga. Corrieron todos cuesta abajo, cobardes y valientes, empujándose unos a otros, atropellándose, como si les azotasen las espaldas aquellos disparos que seguían conmoviendo la plaza desierta. Juanón y los más enérgicos, contuvieron al doblar una esquina el torrente de hombres.
Volvió entonces a su mesa para empezar sus trabajos del día; pero, no bien dió tres o cuatro pasos, no acertó a tenerse en pie, y cayó desplomado sobre la estera del suelo que cubría la estancia. Los compañeros y escribientes que allí se hallaban corrieron a levantarle. ¿Qué es esto, señor don Braulio? dijo uno. ¡Amigo González! exclamó otro. Don Braulio no respondió. Es un ataque de apoplejía.
Matáronse mutuamente vasallos, burgueses y villanos en hondonadas y bosques para que cambiara de sitio la linde de los tres condados. La llanura fué asolada, y durante varias generaciones corrieron torrentes de sangre por la posesión de aquella gota de agua que brota allá arriba en pacíficas alturas.
Según una leyenda oriental, fué á la orilla de una fuente del desierto donde los legendarios antepasados de las tres grandes razas del antiguo mundo cesaron de ser hermanos para convertirse en enemigos. Los tres, fatigados por la marcha á través de la arena, se sentían morir de calor y de sed. Llenos de alegría al divisar una fuente, corrieron para arrojarse en sus aguas.
Y como si esta palabra fuera el tapón de su ira, tras ella corrieron en vena abundante las quejas por lo que el chico había hecho aquella mañana. «Y no quiero hablar ahora del motivo añadió ella ; de esa moza que te has echado... y que sin duda empieza por pegarte su mala educación. Voy a la patochada de esta mañana. ¿Crees que tu tía es algún trapo viejo?».
Fué Chichí la que avisó con un grito: «¡Aquí... aquí!» Los viejos corrieron, temiendo caer á cada paso. Toda la familia se agrupó ante un montón de tierra que tenía la forma vaga de un féretro y empezaba á cubrirse de hierbas.
Verla Amparo, apoderarse de ella con ímpetu feroz, y dar un terrible golpe en la cara a su dueña, fué instantáneo. La Socorro cayó de la silla soltando cuatro chorros de sangre por los cuatro agujeros que los pinchos del instrumento la hicieron. El susto, para los que allí estaban fué grande, pues no habían advertido la disputa. Todos corrieron presurosos a levantar a la herida.
¿Quién va? preguntaron de adentro ásperamente. Levantó el pestillo sin contestar, y entró. Gonzalo, que estaba en pie en medio de la estancia, se puso rojo como una brasa al ver a su tío. Este le oprimió fuertemente contra su pecho. Las lágrimas corrieron abundantes por las mejillas del joven. Nadie le había visto llorar en aquellas críticas circunstancias.
Palabra del Dia
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