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Actualizado: 15 de julio de 2025
Corrieron los polizontes, llevándose presos por un lado a dos mozos que se lamentaban de haber perdido sombreros y bastones, mientras por otro eran conducidos a una farmacia varios «nazarenos» sin capucha, que se llevaban las manos a la cabeza con ademán doloroso.
Domingo 16, corrieron á palo seco hasta las dos de la tarde. En toda la noche precedente, y parte de este dia, eran tan récios los golpes del mar, que entraban por una y otra banda del navio, llenándose todo de agua. Los sacos, cajas y arcas rodaban de parte á parte, y algunos caian sobre la gente, sin poder nadie sosegar ni parados ni sentados, ni aun echados.
Aquí corrieron los años felices de mi infancia... Aquí comenzó a formarse mi espíritu... Aquí hizo el amor palpitar por primera vez mi corazón... En otra parte se ha enriquecido mi razón con el conocimiento de las ciencias, con las grandes ideas que engendra el estudio del Derecho... Aquí se ha nutrido mi alma con las santas y dulces emociones del hogar.
Dio otra palmada el director del combate. «Tres.» Un momento antes Canterac había hecho fuego. Todos corrieron en una misma dirección, menos el capitán, que permaneció inmóvil, con el brazo caído y la pistola todavía humeante en su diestra. El contratista estaba de bruces en el suelo como una masa inerte.
Se veía tierra... Y todos corrieron al lado de babor con vehemente curiosidad, como si desearan saciar sus ojos en un fenómeno inaudito. ¡Tierra!... Esta palabra evocaba algo lejano que había existido en otros tiempos, y que la gente, acostumbrada a la soledad oceánica, consideraba ya como irreal.
Cuando corrieron para socorrerla, escapó despavorida, y volvió a caer ya carbonizada. ¿Puedes imaginarte horror semejante? Parece que realizó el acto en un estado de absoluta lucidez. Piensa que la pobre, por una extrema exaltación de su virtud, sintió la necesidad de morir así, abrasada, para purificarse, para consumirse en el fuego con los vestigios de su pecado.
Un largo rato permanecimos en la mayor ansiedad, pidiéndonos unos a otros noticias de lo que ocurría; pero en nuestro regimiento no se sabía nada; todos los generales corrieron hacia la izquierda del camino, y los jefes de los batallones aguardaban órdenes decisivas del Estado Mayor.
Pero ¡cuánto sufrí por dentro! Ellos corrieron, galoparon, se nos adelantaron a la ida y a la vuelta. El vicario y yo permanecimos siempre serenos, como las mulas, sin salir del paso y llevando a doña Casilda en medio.
La condesa de Pópoli habíase interrumpido más de una vez durante su largo relato, y más de una vez abundantes lágrimas corrieron por sus pálidas mejillas, manifestando a sus jóvenes amigos el dolor que experimentaba con tan penosos recuerdos.
Púsose el niño muy encarnado, corrieron de nuevo sus lágrimas y con verdadera efusión llevó por segunda vez a sus labios la mano del religioso. Poco a poco fueron desfilando los carruajes, y cesaron al fin los gritos de despedida. ¡Adiós!... ¡Adiós!... repetía el anciano. Todavía aparecían algunas manitas saludando a lo lejos por las ventanillas de los coches: ¡Adiós!... ¡Adiós!...
Palabra del Dia
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