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El amor, que pasa una sola vez en la vida coronada de flores con su cortejo de besos y risas. Quien le sigue obediente, encuentra la felicidad al fin de la dulce carrera. El que por orgullo o egoísmo se queda al borde del camino, ese llora su torpeza, la expía con una existencia de tedio y dolor.

Un rayo de sol penetraba en diagonal y entre inquietas motas por la única ventanilla del desván e iluminaba una parte del vacío y triste cuarto. En este rayo de sol vio brillar el cabello de la niña como si estuviera coronada por una aureola de fuego.

La impresión que sintiera al verla por primera vez había sido tan fuerte, que de pronto no había podido darse cuenta de toda su hermosura. ¿Consistía su mayor seducción acaso en la gracia lánguida y casi vacilante de su cuerpo alto y delgado, o en la pureza de las líneas del gracioso rostro, de la frente tersa como si fuera obra de un escultor, coronada por copiosos cabellos negros que le descendían en dos bandas por las sienes y la daban un parecido con la Virgen, o en la dolorosa dulzura de la mirada, en la expresión profunda de una alma ansiosa?

Lo acepto, porque ella es pobre y yo no soy rica. Ni yo tampoco; pero para un deseo vuestro... Os doy las gracias, señor. ¡Oh! no me deis las gracias; ved que os amo, y amadme... ¿Qué me amáis? dijo la reina inclinándose hacia el rey, dejándole ver un relámpago de sus hermosos ojos azules, y su serena frente pálida como las azucenas y coronada de rizos de color de oro.

BEAUVALLON. Poseías los cabellos rubios más hermosos del mundo... LA CHOUTE. Y los sigo poseyendo... Ella le tiende la cabeza, coronada por una soberbia cabellera de un rubio ceniciento. BEAUVALLON. ¿Y tus dientes...?

Pero cuando hubo visto al gitano su rostro adquirió un aire que inspiraba verdadera piedad; su frente baja y rasurada, coronada de una línea de cabellos de un rubio pálido que parecían erizarse de furor. Movía a un lado y a otro sus hoscos ojos, y un temblor convulsivo agitaba sus labios y su triple barba.

Gibson, su «mirada cansada, tediosa y hastiadaYa en su edad viril, recuérdale el bibliófilo Gowans: «Poe tenía un exterior notablemente agradable y que predisponía en su favor: lo que las damas llamarían claramente belloUna persona que le oye recitar en Boston, dice: «Era la mejor realización de un poeta, en su fisonomía, aire y maneraUn precioso retrato es hecho de mano femenina: «Una talla algo menos que de altura mediana, quizá, pero tan perfectamente proporcionada y coronada por una cabeza tan noble, llevada tan regiamente, que, a mi juicio de muchacha, causaba la impresión de una estatura dominante.

D. Fadrique determinó, pues, aguardar con calma, sin dejar de estar á la mira. Al mismo P. Jacinto no le insinuó ningún aviso que pudiera servirle de regla de conducta. Se fió por completo, de su buen natural, y le dejó seguir libremente sus propias inspiraciones. La prudencia del Comendador se vió coronada del éxito al cabo de pocos días.

La cuesta era ardua, el camino como de cabras; pavorosos acantilados a la derecha caían a pico sobre el mar, que deshacía su cólera en espuma con bramidos que llegaban a lo alto como ruidos subterráneos. A la izquierda los tomillares acompañaban el camino hasta la cumbre, coronada por pinos entre cuyas ramas el viento imitaba como un eco la queja inextinguible del océano. Ana subía a paso largo.

Y en el agua del arroyuelo se reflejó una vez más la colérica imagen de Perla, coronada de flores, golpeando el suelo con el pie, gesticulando violentamente y apuntando con el dedo índice al seno de Ester.