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Actualizado: 23 de julio de 2025


Luego le decía al piloto las brazas con que contábamos. ¿Qué fondo tenemos? preguntaba él. Yo sacaba la sonda para que viese si era arena, fango, trozos de coral o de concha. Cuando el fondo disminuía, el contramaestre subía al castillo de proa, y quedaba de guardia con el martillo en la mano, esperando la orden para dejar caer el ancla. ¡Fondo! gritaba el piloto.

Aquellos mares parecían tan hondos, que habían reprimido el empuje del fuego central impidiendo que brotasen islas montañosas sobre su superficie. El coral y las madréporas no habían levantado arrecifes por ninguna parte ni habían formado atolones.

El junco, que seguía costeando lentamente la aguda península que se extiende entre el mar de Coral y el golfo de Carpentaria, y que se prolonga por los bajofondos del estrecho de Torres, puso la proa hacia un promontorio peñascoso, que parecía proteger una profunda ensenada. Aquella costa, que el comandante seguía examinando con gran atención, parecía desierta.

Suelen tragarse hasta las arenas, piedrecillas y trozos de coral. ¡Qué estómagos! exclamó Hans . Deben tener un aparato digestivo poderosísimo. Su estómago es un tubo que les ocupa todo el cuerpo de punta a punta. En uno de los extremos de ese tubo tienen la boca. Por ella les entra el alimento, el cual recorre todo el tubo interior, y sale por el extremo opuesto sin detenerse.

Los Cook, los Perron, los d'Urville y otros descubridores, corrieron peligros reales en las aguas, entonces apenas frecuentadas, del mar de Coral, de la Australia, etc., obligados á afrontar de cerca bancos que cambian incesantemente de sitio, corrientes contrariadas que se cruzan y producen horrorosas luchas interiores en los pasos estrechos.

Cuando por fin apareció completamente vestida, con su traje de seda cruzada color plata, con su cuello de encajes, su collar y sus pendientes de coral, las señoritas Gunn no encontraron nada que criticarle, a no ser sus manos. Estas tenían las huellas dejadas por la fabricación de la manteca, del queso y aun de alguna otra tarea más grosera.

Uno de sus brazos, escapando al Sur, formaba el mundo misterioso del mar de Coral.

Dibujándose al cabo una sonrisa en sus labios de coral, preguntó tímidamente: ¿El capitán? Flora bajó la cabeza sin responder y se puso á restregar con furia la prenda que tenía entre las manos. Ambas permanecieron silenciosas. Al fin Flora, sin levantar su rostro y con voz un poco temblorosa, dió cuenta á su amiga de los motivos que tenía para sospechar que era hija de D. Félix.

Entre ellas se veían las preciadas bankolungan, de once a quince pulgadas de largas, con el dorso obscuro, el vientre blanco y una costra calcárea en ambos costados, cubiertos, además, de verrugas. Esta clase se pesca ordinariamente en los bordes interiores de los bancos de coral, a menos de braza y media de profundidad.

Y al oir el grito de ¡vivan los novios! que repetía sin cesar el cortejo nupcial, sus cándidas mejillas se coloreaban, sus labios de coral se dilataban con sonrisa dulce murmurando: «¡Una boda!» y tornaba al lecho y se dormía soñando escenas de felicidad que el cielo bendice.

Palabra del Dia

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