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Actualizado: 15 de junio de 2025
Me casé obligada por una terrible cadena de circunstancias, que usted sólo comprenderá cuando la luz se haga, cuando conozca toda la verdad. Y volvió a quedar callada. ¿Pero no me la dirá usted ahora? insistí. Como su mejor amigo, como el hombre que la ha amado sinceramente, creo que tengo derecho a conocerla.
¿Esos versos, en que vibra un alma apasionada, esos versos tan de mujer, envueltos en la adoración, en el misticismo misterioso de Santa Teresa?... ¡He ahí los hombres! ¿Cuál de ustedes sería capaz de escribirlos?... Pues Edda está actualmente en Nueva York, y si usted quiere conocerla... ¿Que si quiero conocerla? dijo nuestra compatriota con su ímpetu característico.
¡Ah, tía Silda, que buena es usted! yo sin conocerla, siempre me la había figurado así... Yo soy Susana, su sobrinita, que tanto la quiere, porque yo la quiero, tía Silda, mucho, muchísimo; ¡qué alegre estoy! la veo aquí y no lo creo... Es Dios mismo quien le ha inspirado este paso, y su corazón bondadoso: yo siempre rogaba por usted y por el tío Pablo, y pedía en todas mis oraciones que la reconciliación se hiciera, porque no había razón, no había razón... ¿Vendrá también el tío Pablo? hoy es día de fiesta para mí, y eso que debiera estar triste, porque, ¿ve usted tía? estamos de mudanza, los muebles van al remate y nosotros al Frigal... pobres como usted, tía Silda, pobres, después de haber tenido tanto.
Los dos millones escasos de habitantes que permanecieron quietos en sus casas, sin dejarse arrastrar por el pánico, habían acogido con grave serenidad la victoria. Ninguno se explicaba con exactitud el curso de la batalla: vinieron á conocerla cuando ya había terminado.
Entonces, y sólo entonces, la conoció don Pedro Girón. Conocerla y codiciarla, fué cosa de un momento. Codiciarla y poner los medios para obtenerla, fué subsiguiente. Pero el terrible duque de Osuna encontró una barrera insuperable á sus deseos, en las costumbres, en el candor, en la pureza de doña Juana.
Y ahora será preciso que la Hawkins nos esplique por qué no tiene las facciones de Juana Baud, sino las de una persona que se supone haber sido muerta hace dos años, precisamente en el momento en que Juana Baud se alejaba de Inglaterra, cambiaba de nombre, se ocultaba de todos los que pudieran conocerla y se creaba una personalidad enteramente nueva. ¿Comprende usted ahora, Marenval?
Hace tiempo..., desde que tuve la dicha de conocerla a usted...». Isidora, con su penetración admirable, comprendió todo. Tuvo una visión. Rasgose un velo y vio al monstruo herido que se postraba ante ella y le lamía las manos. Tuvo horror, asco. Toda la nobleza de su ser se sublevo alborotada, llena de soberbia y despotismo.
Contempló á Elena con sus hijas marchando entre tumbas, buscando un nombre amado, cayendo de rodillas ante una cruz. ¡Ay! Esta satisfacción dolorosa no podía conocerla por completo. Le era imposible pasar al lado opuesto para ir en busca de otra sepultura. Y aunque alguna vez pasase, no la encontraría.
¡Quiero conocerla en seguida! exclamó, y si me gusta, empezaremos á ensayarla mañana mismo. Rojo de contento, Mr. Chalonette sacó su manuscrito y comenzó á leer. Acabó la lectura de la última cuartilla entre los brazos engañadores de Bissón. ¡Eso es admirable! repetía el dramaturgo. ¡Una obra maestra!... Pero, ¿quién iba á creerlo? El alguacil balbuceaba: Y... diga usted... ¿se estrenará pronto?
Pero la impresión de toda pesadilla, continúa aun después de despertar; el joven guardaba una fuerte impresión de su aventura, pero indeterminada, vaga, como un sueño; aquella impresión partía de la dama que había visto un momento; recordaba, con no sabemos qué agitación, que era una mujer tan hermosa como no había visto otra; pero no recordaba los rasgos de su semblante, ni el color de sus ojos, ni el de sus cabellos, ni su apostura, ni su traje; habíale acontecido lo que al que mira de frente al sol, que solo ve luz, una luz que le deslumbra, que sigue lastimando sus ojos después de haberlos cegado; estaba seguro de no conocerla si por acaso la veía otra vez, y esto le desesperaba; no se daba razón del sentimiento que aquella impresión le hacía experimentar; no pensó en que podía estar enamorado, como al recibir una estocada nadie por el momento se cree herido de muerte.
Palabra del Dia
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