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Actualizado: 15 de junio de 2025
La infeliz ha concentrado, ha sintetizado, ha simbolizado su historia en esa melodía inventada por ella; en ese eterno canto sin palabras... y no sabe más. No pudiendo conocer su historia, quise conocerla a ella. Ofrecí, compré la realización de mi deseo, y me sacaron de mi tumba, para llevarme a otra tumba... más pequeña, más oscura, más horrible.
Era dueña de la casa que tenéis un poco más arriba de la vuestra, y se la vendió a tu padre; la única compra que hizo don Ramón, ¿no te acuerdas? Sí, creía conocerla. Poniendo en tensión su memoria salía de los más remotos rincones una señora vieja, arrugada, con la espalda algo curva, y una cara de simpleza y bondad.
Hablome de mi padre, de toda mi familia, y demostró conocerla tan bien, que no dudé de que fuese el dueño del castillo. ¿Es usted el señor de C...? le dije. Pero él se levantó, mirándome exaltado, y repuso: Lo era, pero ya no lo soy; ya no soy nada. Y al ver el asombro con que yo le oía, agregó: Ni una palabra más, joven; no me interrogue usted...
Echó á andar y dijo en tono decidido: ¿Luego es cierto que Sorege está metido en el asunto en cuestión? Pues no crean ustedes que mi carácter me consiente ilusionarme en lo que le concierne. ¿Qué mujer sería yo si pudiendo saber la verdad respecto del hombre cuyo nombre debo llevar, rehusase el conocerla? Si ha cometido una mala acción, ¿la habría cometido menos porque yo me case con él?
Ella, que es muy buena, te ha de querer mucho, y tú no la darás ningún disgusto, ¿verdad? Ya te conoce por el retrato... Y tú la conocerás muy pronto a ella... ¿Quieres conocerla ahora mismo?
La inaccion absoluta no puede afectarnos, y de consiguiente no podemos conocerla por experiencia. Lo que podemos experimentar es la accion ó sea el ejercicio de la actividad; pero la inaccion ó sea el estado de una cosa absolutamente inactiva, no puede ser objeto de experiencia: esto es contradictorio.
Sus alas se tendían majestuosas en el éter como velas cóncavas; su túnica arremolinábase atrás, en pliegues armoniosos, impelida por el viento. Era igual a la Victoria de Samotracia, y lo mismo que a ella, le faltaba la cabeza. Por esto acabó de conocerla Ojeda. Ella no piensa, ella no tiene ojos... Era la esperanza, la ciega esperanza que con el avance de su torso señalaba al Sur.
Porque Ángel, al hablar de su pleito, tenía que exponerle con todos sus pelos y señales, y hasta se prometía, jugando bien este recodo, ganar informes exactos sobre la conducta pasada de la marquesa. De modo que su confidente, tras de conocerla mucho, no debía estar ligado a ella por vínculos que quitaran prestigio a sus dictámenes ni los hicieran sospechosos.
5.º Dicho conocimiento y la conciencia de él, les pertenece á las mónadas individualmente, sin que Leibnitz pensase ni remotamente en ese absoluto, fondo de todas las cosas, que con sus trasformaciones se eleva de naturaleza á conciencia, ó desciende de la region de la conciencia y se convierte en naturaleza. Lo ignoramos; nos ilumina para lo demás, pero nó para conocerla á ella misma.
¡Yo! ¡no, señor! ni me importa conocerla; es muy natural que el que viene por primera vez á Madrid, después de comer y beber, pregunte si el rey es alto ó bajo, hermoso ó feo; lo mismo me ha acontecido á mí; sólo que en vez de preguntaros por el rey, os he preguntado por la reina. Nada más natural.
Palabra del Dia
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