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Y si el magistrado tenía razón, la severidad de sus palabras estaba justificada; pero más aún que la severidad de aquel hombre, lo confundía de manera indecible la íntima conciencia del mal causado al ser por quien él debía y había querido velar con todas sus fuerzas.

No tengo tanta imaginación como usted, pero alguna respondió el general un poco molestado por la risa que la frase de Pepa había producido. Esta Pepa era una mujer que gozaba fama de chistosa en sociedad, aunque realmente su gracia se confundía a menudo con la desvergüenza.

Yo, al caer en uno de estos lazos burdos, me confundía, y don Matías soltaba la carcajada. Entonces, ya turbado, no sabía qué hacer y miraba desde el amo de la casa hasta los criados como a enemigos que querían humillarme. Es ridículo y absurdo cómo en la juventud se sufre por necedades sin importancia. Don Matías y yo nos sentíamos como tipos de distinta raza.

21 Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este Nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos a los príncipes de los sacerdotes? 22 Pero Saulo se fortaleció más, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, comprobando que éste es el Cristo. 23 Y como pasaron muchos días, los Judíos hicieron entre consejo de matarle;

Yo, trémulas las manos, trémula el alma, llevando entre mis brazos á la hermosa mujer amada, iba siguiendo el ritmo de alegre danza que modulaban las cadencias dulces de la guitarra. Y tras de muchos años, muchos, de amarla, por la primera vez á sus oidos mi voz llegaba; mi voz, que, balbuciente y entrecortada, se confundia con las notas trémulas de la guitarra.

El Inocente descansaba tranquilamente, con una apacible sonrisa en su rostro cubierto de pecas, y la virgen Flora dormía entre sus frágiles hermanas, como si le custodiaran guardianes angelicales. Don Jorge, echándose la manta sobre los hombros, se atusó el bigote y esperó la luz del mediodía, que vino poco a poco envuelta en neblina y en un torbellino de copos de nieve que cegaba y confundía.

La contradicción aparente, que en esto se observa, se explica recordando las profundas raíces que había echado el catolicismo, y la veneración que le profesaba el pueblo, que nunca confundía la sátira dirigida contra sus sacerdotes, ó las burlas ligeras, á que pudiera dar margen, con serios ataques á su esencia; porque cuanto más fuertemente arraigada está la religión, es menos peligroso tolerar las bromas contra ella.

Sentían la necesidad de arrullarse libremente, de volar lejos, y un día se vieron en un puerto que tenía a su entrada un león de piedra y más allá la líquida planicie de un lago inmenso que se confundía con el cielo en la línea del horizonte. Estaban en Lindau.

D. Melchor sabía hacer algunos juegos de manos; D. Peregrín Casanova sazonaba la tertulia con salerosos cuentos; Cándida recitaba admirablemente al piano varias fábulas morales; por último, el P. Joaquín tocaba, rascando los dientes con las uñas, cualquier pieza musical, y remedaba el grito del gallo con tal perfección que cualquiera le confundía con este bípedo. Aquella noche no hubo música.

Tenía un modo muy particular de distraerse súbitamente de la conversación, para quedarse mirando en el vacío; pero no con la expresión ambigua de todo el mundo, porque bajando la cabeza, sin bajar la mirada, el negro de las anchas pupilas se confundía con el negro de las pestañas, y entonces aquella mirada fija adquiría una profundidad llena indefiniblemente de tristeza.