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Actualizado: 1 de junio de 2025


Entra una especie de jamelgo de coche fúnebre, un larguirucho esqueleto apocalíptico, de una delgadez inverosímil. Es la señora marquesa-presidenta. Mucha nobleza y condescendencia. Esta dama, sin edad y sin belleza, de ojillos negros y penetrantes, lanza sobre todos los humanos una mirada impregnada de desprecio y de compasión. Vera le presenta a Sita.

¿No serás el que me engañas...? Mira, Germán, voy a pedirte un favor y es que me hables con toda franqueza. que por condescendencia, por lo bueno que eres y por lo mucho que me quieres, serías capaz de fingir que vas contento a Madrid aunque te disguste. Me parece gran locura ese disimulo.

Aunque respecto á la elección de las obras no debe mostrarse consideración alguna al gusto pervertido del vulgo, porque esta condescendencia constituiría un mal verdadero, ha de haber, sin embargo, cierta tolerancia con sus deseos, como medio, á lo menos, de llegar á resultados más importantes.

Soledad le cogió de la mano, le condujo suavemente hasta el ángulo más oscuro de la tienda y, echándole los brazos al cuello, le dijo: Se me ofrece esto. Y al mismo tiempo cubrió de apasionados besos su rostro. El guapo se dejó besar con condescendencia.

La baronesa había visto con muy malos ojos la partida del pintor, por cuanto así se aplazaba indefinidamente la terminación de su retrato, de que ella, a justo título, se sentía no sólo cumplidamente satisfecha, sino hasta orgullosa, porque en él se veía, cual si se mirara en su espejo, con un no sabía qué de algo más que ese pícaro espejo le rehusaba obstinadamente, habiendo tenido el artista la galante condescendencia de otorgárselo.

Con una condescendencia notable, y sin molestarse por nuestra estupidez, que para una persona de su género de talento debía de ser punto menos que un crimen, lograba en un momento hacernos ver claro como la luz del día, lo que á nosotros nos había parecido incomprensible. Los comerciantes le tenían en tanto aprecio como nosotros, sus compañeros de oficina.

Pio, feliz, triunfador, dirigía de vez en cuando al concurso vagas miradas de piedad y condescendencia. Y cuando sus ojos tropezaban con la faz rentística de Calderón, se enternecía visiblemente y le costaba ya trabajo no llamarle papá. A medida que el almuerzo avanzaba, la tierra pesaba menos sobre ellos. Los ricos vinos enardecían su sangre, la charla los animaba.

, lo concedo respondió Francisca en tono de condescendencia. Pero ese señor, en vez de volver la espalda en seguida, pudo decir claramente lo que pensaba a la madre de la joven. Pudieron entenderse, economizar, borrar uno de los gastos... ¿Cuál hubiera usted borrado, Francisca? preguntó la de Ribert con una sonrisa ligeramente burlona. ¿Yo?... Ni uno, señora, respondió Francisca muy convencida.

Un riquísimo plebeyo será indudablemente muy halagado al depositar a los pies de la divina Petra un número incalculable de billetes de banco... Esperan a ese novio ideal y le aceptan de antemano con una condescendencia muy divertida. Muchas veces nos reímos entre nosotras de los sueños dorados de Petra, pero sin permitirnos discutirlos. Los dogmas de fe no se discuten.

No lo podía remediar: el compromiso adquirido con él para el día siguiente, me inquietaba mucho; y al verme solo en mi aposento después de dejar en el suyo a mi tío, cuya condescendencia a mis declarados propósitos me había parecido algo como firma de juez al pie de una sentencia de muerte, me inquietó mucho más; y cuando metido ya en la cama, después de preparado el arsenal que me había recomendado Chisco para la batalla, me quedé a oscuras, la inquietud anduvo rayando con la fiebre.

Palabra del Dia

rigoleto

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