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Actualizado: 1 de junio de 2025
Después de las justas alarmas, que durante dos días me habían atormentado, tanta condescendencia me hizo temer, como sucede siempre, ser el juguete de un sueño insensato. Perdón, señorita... ¿cómo decía usted? Que venga á dar un pequeño paseo con Alain, Mervyn y yo. Con mucho gusto, señorita. Entonces, tome su álbum.
Alguna que otra vez me interrumpía extendiendo la mano; hacía una observación en términos precisos, y cuando terminaba, volvía a extender la mano, diciendo lleno de condescendencia: «Puede usted continuar». Cuando me dirigía alguna pregunta y yo me disponía a contestar como Dios me sugiriese, solía atajarme exclamando; «¡Método! ¡método!
Algunos pollos de los antiguos tertulianos de la casa de Elorza se habían deslizado en la concurrencia y contemplaban con grandes ojos abiertos y pasmados a la nueva religiosa, sin atreverse a dirigirle la palabra. Pero ella se mostraba serena y amable y les llamaba por sus nombres con cierta condescendencia protectora, dándoles recuerdos para sus familias.
Cerca anduvo de arrepentirse por su condescendencia aquel santo varón; casi se asustó de haber aceptado tamaña responsabilidad, pero jamás llegó a preocuparse formalmente: primero, porque su compromiso era sólo verbal y no había pruebas que pudieran perjudicarle; segundo, porque ¿quién habría en la comarca capaz de perseguirle ni acusarle?
Arrepentido de la condescendencia, Doria hizo en la Real señales de levar pasada la media noche: había ocurrido una mudanza en el viento que trastornaba todos los supuestos. De Sur que empujaba el viaje hacia Malta, había saltado al NE., justamente por la proa. En tierra habló el Duque con D. Álvaro de Sande, imponiéndole de lo ocurrido y de su propósito de embarcar por la madrugada.
Finalmente se ha hecho presente al Rey que el administrador jeneral del vino y los oficiales reales de esa capital tienen dos falúas á costa del real erario, las que ocupan en sus viajes y diversiones; que el guarda-almacen que tienen dichos ministros hace considerables acopios de maderas que se pierden; que en los almacenes existen efectos de gran valor comprados sin necesidad, y que lo mismo sucede en la real botica, por la condescendencia que los oficiales reales tienen con sus subalternos de ella.
¡Qué imprudente he sido al encargarme del secreto de otra! ¡Cómo me arrepiento de esta fatal condescendencia y del movimiento de lástima que me impulsó a ello! Mi padre está un poco triste y preocupado, aunque se esfuerza por no dejarlo ver. Estaba acostumbrado a la idea de que Máximo sería su hijo, él mismo me lo ha confesado.
Crea V. que es una buena persona, un santo, y que no le incomodará poco ni mucho. Y así fue la verdad. En los quince días que D. Ramón estuvo en Madrid no tuve razón para arrepentirme de mi condescendencia. Era el fénix de los compañeros de cuarto.
Por cumplir, más que por gusto, Fortunata tuvo la condescendencia de decir algo, reservando, como es natural lo más delicado. Doña Lupe se entusiasmó tanto con aquella muestra de sumisión, que hizo gala de sus facultades profesionales, y terminó así: «Te aseguro que si me obedeces, te quitaré eso de la cabeza y serás lo que no eres, un modelo de mujeres casadas.
El único signo que advertí de su emoción fue cuando le di la mano al acercarme. ¡Qué encarnada se puso la pobrecita! Moreno continuaba sonriendo con la misma condescendencia, mientras su amigo se desahogaba tan fogosamente. Al cabo le atajó. No te forjes muchas ilusiones por eso del rubor ni te subas al trípode. El rubor es un fenómeno muy prosaico, querido.
Palabra del Dia
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