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Actualizado: 1 de junio de 2025
»Tenga usted en mí, hermano mío, un poco de confianza y no deje que mi alma se consuma en tan triste soledad. Un espíritu débil que se asusta y que llora merece alguna condescendencia. »A veces llego a envidiar la suerte de Magdalena. Ella dejó este mundo siendo amada y ahora es feliz allá arriba, mientras que yo vivo enterrada en la soledad y el olvido, más odiosos que la tumba...
Pero más animoso que éste, después de corta vacilación, se dejó caer de golpe sobre lo que más le agradaba: sobre los ojos. Cerrólos la hermosa y sonrió de nuevo dejándose acariciar por él con suave condescendencia. Al cabo hizo un gracioso mohín de impaciencia y se retiró al interior. ¡Cielo santo, cuánto tenía que hacer! Lo primero, por supuesto, era ordeñar las vacas, como hacía todos los días.
Cedió en seguida la mayordoma: la ropa blanca era su dulce manía. Subieron al piso alto, amontonaron la ropa sucia en una gran cesta, pero antes de colocarla sobre la cabeza de la doncellita, D.ª Robustiana tuvo la condescendencia, para ella siempre sabrosa, de mostrarle una vez más los armarios de la ropa.
Es que D.ª Robustiana está llorando y dice que su marido no va á Langreo, sino á Bimenes en busca de una viuda que se llama Celedonia manifestó con graciosa entereza la chica. D. Félix abrió los ojos sorprendido y al instante brilló en ellos una sonrisa maliciosa. ¡Este Regalado! exclamó sacudiendo la cabeza con amable condescendencia.
Recibiólas ella con gratitud y alegría primero, después con graciosa condescendencia y sin devolverlas sino tal vez que otra; por último, á medida que el guapo las menudeaba, le fueron siendo más indiferentes, terminando por hacérsele pesadas.
Llegó a la puerta, abrió el pestillo y entró a la derecha en una taberna, especie de cocina brillantemente iluminada, en que los clientes menos considerados de la casa tenían la costumbre de reunirse. La pieza particular de la izquierda estaba reservada a la sociedad escogida, y allí el squire Cass gozaba con frecuencia el doble placer de la buena compañía y de la condescendencia.
Aquel día mi chiquita no salió al balcón, sin duda avergonzada de su condescendencia; pero al siguiente la hallé dispuesta y aparejada al combate de miradas, señas y sonrisas, que ya no escasearon por ambas partes. Una hora o más duraba todas las tardes este juego, hasta que se oía llamar y se retiraba apresuradamente.
Aquel día mi chiquita no salió al balcón, sin duda avergonzada de su condescendencia; pero al siguiente la hallé dispuesta y aparejada al combate de miradas, señas y sonrisas, que ya no escasearon por ambas partes.
Si por excesiva condescendencia, primero, y después por una distracción de usted, estuvo Nieves a punto de perecer, y usted la salvó con riesgo de la propia vida, ¿qué mil demonios le ha quedado a deber al señor don Alejandro ni al lucero del alba tampoco?
Crea V. que es una buena persona, un santo, y que no le incomodará poco ni mucho. Y así fue la verdad. En los quince días que D. Ramón estuvo en Madrid no tuve razón para arrepentirme de mi condescendencia. Era el fénix de los campañeros de cuarto.
Palabra del Dia
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