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Actualizado: 28 de mayo de 2025


No hablaba con él que no le hiciese preguntas sobre la vida de aquel matrimonio, enterándose minuciosamente de la puntualidad con que cumplían sus compromisos. ¡Aún no le habrán pagado el último mes!... decía al avistarse con el «santo» . ¡Ni el anterior tampoco!... ¡Y usted tan tranquilo! ¡Qué hombre, Señor Dios!... Eso no es caridad, don Vicente: eso es tontería.

Pues cogió mi hombre la carta, y hecha pedazos la tiró á la cesta de papeles, no volvido á acordarse más de semejante cosa. ¡Buena tenía él la cabeza para pensar en los compromisos y apuros de nadie, aunque fueran los del mismísimo Verbo?

Lo que viene luego es la España teutónica y flamenca, convertida en una colonia de Alemania, sirviendo como un soldado mercenario bajo banderas extranjeras, arruinándose en empresas que nada le interesaban, derramando la sangre y el oro por los compromisos del llamado Sacro Imperio Romano Germánico.

Cuando terminasen los compromisos con el empresario, se establecerían en Buenos Aires o en otra ciudad. Ella y su marido darían lecciones de canto. Karl podía emprender una de las muchas carreras prácticas que enriquecen a los ciudadanos de los países jóvenes.

Aunque don Antonio anda ahora muy ocupado en eso de la Bolsa, siempre tendrá tres mil pesetas para favorecer a unos buenos amigos. Tampoco. A ése, menos. No quería adquirir compromisos con unas personas así... tan ordinarias. Justamente había sabido el día anterior que Amparito tenía relaciones con el hijo de Cuadros, y había experimentado un verdadero disgusto.

Cuando, pocos minutos después, hábilmente la sitiaba junto a una ventana del comedor, mientras Víctor iba con Paco a las habitaciones de este a ponerse el batín ancho y corto, la Regenta necesitó recordar, para mantenerse fría y serena, que nada serio había habido entre ella y aquel hombre; que las miradas que podían haberle envalentonado no eran compromisos de los que echa en cara ningún hombre de mundo.

Y aconteció muy luego lo que a la vista estaba desde que la marquesa apuntó la idea de dejar la casa, relativamente modesta, de la calle de Hortaleza; y fue de este modo: el marqués insinuó compromisos de banquete a sus amigos políticos; la marquesa invocó deberes ineludibles de responder a súplicas de sus amigas, dando a aquellos hermosos salones su verdadero destino; es decir, estrenándolos con un baile que, sin gran esfuerzo, haría raya entre las fiestas del «gran mundo» madrileño, habidas y por haber; reforzó el primero sus razones de preferencia, sin negar la gravedad de los compromisos de su mujer, exponiendo deudas de gratitud con los personajes que, para entretener sus apetitos senatoriales, acababan de ofrecerle un distrito vacante en Ciudad Real, para diputado a Cortes; insistió la marquesa en su empeño a favor del baile, sin negar el compromiso del banquete; replicó el marqués, llevando la contraria, hasta con textos de Maquiavelo y de Bismarck; y, por último, terció Verónica, que se hallaba presente en la porfía, proponiendo que se diera una fiesta que tuviera de todo: una recepción, por lo más alto, en la cual anduviera el rumbo del comedor al nivel del brillo de los salones.

Pierde en Italia treinta y cinco millones, gasta quince ó veinte millones todos los años en sus atenciones particulares, mil y mil compromisos enormes pesan sobre su caja, y cuando todo el mundo lo cree más apurado, compra terrenos y levanta planos para hacer un barrio magnífico, el más magnífico de Madrid, por la espalda de su palacio, cuya obra no debe costarle menos de mil trescientos á mil cuatrocientos millones.

¿Por qué no? respondió Juan, con gran calma; sería necesario saber qué compromisos ha contraído usted... Pero el señor Aubry se exasperaba: ¿Entonces no comprendes nada? Puedes imaginarte que al realizar esos esponsales, he prometido una dote... , tres mil pesos de renta y sesenta mil en dinero contante. ¿Podré, estando embrollados mis asuntos, retirar todos los años esa renta de la casa?

Y el obrero de las ciudades, incrédulo y burlón, el labriego egoísta, el pastor solitario, todos se mueven al conjuro de esta palabra, comprendiéndola instantáneamente, sin previas enseñanzas. «Es preciso pagar repetía mentalmente don Marcelo . Debo pagar mi deuda.» Y experimentaba, como en los ensueños, la angustia del hombre probo y desesperado que desea cumplir sus compromisos.

Palabra del Dia

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