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Actualizado: 19 de junio de 2025


Las hay en todos los templos, y con pitos, sonajas y música de cuerda... mas no para los colegiales sujetos a rigoroso reglamente, condenados a perenne clausura, como si fueran monjitas capuchinas. En el oratorio había misa, pero muy silenciosa y triste. La oíamos soñolientos y desesperados, tiritando de frío.

La mayoría de los colegiales, hijos de labradores y artesanos, cumplía con estos deberes sin gran esfuerzo, viendo en ello una manera de arribar pronto y sin dificultades al sacerdocio. El estudio les hubiera mortificado más. Para Gil, tal género de vida representaba un trabajo constante, una lucha consigo mismo. Su inteligencia vigorosa apetecía el estudio, su fantasía el movimiento.

Pero entre mujeres se rompe más pronto aún que entre colegiales ese hielo de las primeras horas, y palabra tras palabra fueron brotando las simpatías, echando el cimiento de futuras amistades. Como ella esperaba y deseaba, pusiéronle una toca blanca; mas no había en el convento espejos en que mirar si caía bien o mal.

En esta lucha con la carne hay su poesía. De otra suerte, no habría místicos. Cuando terminó la carrera era el modelo que se ofrecía a los colegiales. Humilde, reservado, grave y dulce a la par, rezador incansable y con la nota de meritissimus en todos los cursos. Ya le tenemos ejerciendo el cargo de teniente párroco en Peñascosa. Hubiera preferido marcharse a regentar una parroquia rural.

Esa crisis se operó hacia la primavera, en el momento mismo de cumplir los diez y siete años. Un día a fines de abril, y debía ser jueves, porque tuvimos asueto los colegiales salí muy temprano de la ciudad, a pasear al azar por los grandes caminos.

A mi amo apadrináronle unos colegiales conocidos de su padre y entró en su general, pero yo, que había de entrar en otro diferente y fui solo, comencé a temblar. Entré en el patio, y no hube metido bien un pie, cuando me encararon y comenzaron a decir: «¡Nuevo!». Yo por disimular di en reír, como que no hacía caso; mas no bastó, porque llegándose a ocho o nueve, comenzaron a reírse.

Lubimoff había visto también desde el interior de su automóvil jardines, casas viejas y una gran plaza, el único día que visitó en su viejo castillo al príncipe de Mónaco. Decidieron el viaje con una alegría de colegiales, y cuando la duquesa iba á llamar á un coche de punto, Miguel mostró cierta indecisión, llevándose una mano á diversos bolsillos. No tenía dinero.

Sus progresos me inspiraron orgullo y cólera. Estos jóvenes sienten un verdadero fanatismo por la aviación, nacida después de ellos y que han visto crecer ante sus ojos de colegiales... Se marchó, y desde entonces no vivo. ¡Tres años, Miguel, tres años de tormento! Bien he pagado toda mi vida anterior. Aunque mis faltas hubiesen sido más grandes, las tendría expiadas con exceso.

Y con esto ¡mire vuestra merced qué privilegios! volaron por la escalera, y al momento nos vestimos nosotros y tomamos el camino para escuelas. A mi amo apadrináronle unos colegiales conocidos de su padre, y entró en su general; pero yo, que había de entrar en otro diferente, fuí solo. "Haz como vieres", díce el refrán, y dice bien.

Al anochecer he partido hacia Mâcón y al pasar por frente al colegio de los Jesuitas, he visto a los colegiales y oído sus gritos alegres: por fortuna, mi hijo no ha salido a la verja para ver pasar el coche; yo me alegro mucho, porque hubiéramos tenido un disgusto grande y no conviene enternecer demasiado el corazón de estos niños que mañana serán hombres y necesitarán en ocasiones dureza de corazón para sufrir las adversidades de la suerte.

Palabra del Dia

rigoleto

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