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Actualizado: 6 de junio de 2025
Afortunadamente para los mancebos acertó á cruzar por allí con un caldero en la mano Maripepa. Era ésta una mujer de cuarenta años lo menos, fea, coja, desdentada, á pesar de lo cual no había en Entralgo zagalilla más pagada de su beldad.
No se había hablado palabra de amor, es claro; ni don Álvaro se había permitido galantería alguna directa y sobrado significativa; mas no por eso dejaban de estar los dos convencidos de que por señas invisibles, por efluvios, por adivinación o como fuera, uno a otro se lo estaban diciendo todo; ella conocía que a don Álvaro le estaba quemando vivo la pasión allá abajo; que al sentirse admirado, tal vez amado en aquel momento, el agradecimiento tierno y dulce del amante y el amor irritado con el agradecimiento y con el señuelo de la ocasión le derretían; y Mesía comprendía y sentía lo que estaba pasando por Ana, aquel abandono, aquella flojedad del ánimo. «¡Lástima, pensaba el caballero, que me coja tan lejos, y a caballo, y sin poder apearme decorosamente, este momento crítico!...». Al cual momento groseramente llamaba él para sus adentros el cuarto de hora.
Al decir esto, Aurora abandonó todo trabajo y se puso delante de su amiga en la actitud más complaciente. «¿Que qué te doy? Lo que tú quieras. Todo lo que tengo... Te lo agradeceré eternamente». Bueno; pues déjame a mí, que como yo coja el cabo del hilo, hemos de llegar a la otra punta. Verás por qué lo digo; en mi taller hay una chiquilla, muy graciosa por cierto, que me parece, me parece...
No mires de tu Tarpeya este incendio que me abrasa, Nerón manchego del mundo, ni le avives con tu saña. Niña soy, pulcela tierna, mi edad de quince no pasa: catorce tengo y tres meses, te juro en Dios y en mi ánima. No soy renca, ni soy coja, ni tengo nada de manca; los cabellos, como lirios, que, en pie, por el suelo arrastran.
En «La Vena» le dice Julián á Carlota: «Creo que cualquier hombre medianamente dotado y ni muy tonto ni muy tímido, tiene en su vida una hora de suerte, un instante durante el cual los demás hombres parecen trabajar para él, en que los frutos vienen á colocarse al alcance de su mano para que él los coja.
Ven, dulce mañana mía; Ven, mi luz, no te detengas; No me coja eterna noche Antes que tú me amanezcas. Abrense los muros de la cárcel: preséntase la Santa Virgen hollando al Dragón con sus pies, y deja caer dulces palabras en el alma del cautivo, que entonces duerme tranquilo. Mientras tanto desciende del cielo por una escala el Amor divino, y le anuncia que ha llegado la hora de la Redención.
No como, por miedo a que entre en mi cuerpo con la comida, ni duermo temiendo que me coja en sueños y me lleve antes de despertar. Gracián se rió de estos pueriles temores, y también se habría reído el subdiácono si no estuviera muy ocupado en ahuyentar las moscas que invadían su cara. Maricadalso le vio dando manotadas.
Al cabo de un rato Flora le clavó una mirada entre compasiva y maliciosa y dijo sacando de la faltriquera un puñado de avellanas tostadas y ofreciéndoselas: Toma: come esas avellanas, á ver si se te quita el enfado. Jacinto las rechazó con digno ademán. ¿No las quieres?... Bien, pues harás que coja un empacho, porque llevo ya comido un celemín de ellas.
El mágico efecto que causaron se reflejó en la respuesta: ¿Y cuándo nos golvemos a ver? dijo embolsando carta y dinero. Si contestara... ¡Están verdes! Pues cuando le des la carta o la hayas puesto donde la coja, al otro día haces una escapada. Muy tempranito ha de ser. La perspectiva de un madrugón disgustó a don Juan; pero repuso bravamente: ¡No importa!
"Probemos, si os parece bien la mano, Y en tiempo que del sueño esten vencidos, Acuda cada cual á su tirano, De suerte que la muerte adormecidos Los coja, con favor del Soberano: Pues son sus enemigos conocidos, Favor nos dará Dios, pues que bien puede, Para que con la vida nadie quede."
Palabra del Dia
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