Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 29 de junio de 2025
Francisco I era un perdido exclamó el cura exasperado, y ese Buckingham, a quien quieres tanto, era otro. Cada cual tiene su carácter respondíle, y no sé por qué se les haría un crimen porque amaran a varias mujeres. La reina Claudia y la señora de Buckingham, pareceríanse sin duda a mi tía.
Ya le iba a dar las gracias don Quijote, cuando sintieron a sus espaldas un ruido como de tropel de caballos, y no era sino un solo, sobre el cual venía a toda furia un mancebo, al parecer de hasta veinte años, vestido de damasco verde, con pasamanos de oro, greguescos y saltaembarca, con sombrero terciado, a la valona, botas enceradas y justas, espuelas, daga y espada doradas, una escopeta pequeña en las manos y dos pistolas a los lados. Al ruido volvió Roque la cabeza y vio esta hermosa figura, la cual, en llegando a él, dijo: -En tu busca venía, ¡oh valeroso Roque!, para hallar en ti, si no remedio, a lo menos alivio en mi desdicha; y, por no tenerte suspenso, porque sé que no me has conocido, quiero decirte quién soy: y soy Claudia Jerónima, hija de Simón Forte, tu singular amigo y enemigo particular de Clauquel Torrellas, que asimismo lo es tuyo, por ser uno de los de tu contrario bando; y ya sabes que este Torrellas tiene un hijo que don Vicente Torrellas se llama, o, a lo menos, se llamaba no ha dos horas.
Visto lo cual de Claudia, habiéndose enterado que ya su dulce esposo no vivía, rompió los aires con suspiros, hirió los cielos con quejas, maltrató sus cabellos, entregándolos al viento, afeó su rostro con sus propias manos, con todas las muestras de dolor y sentimiento que de un lastimado pecho pudieran imaginarse.
Pero dejando a un lado alabanzas, diré en cifra y resumen, que Acevedo, lo mismo que Carvallo, quiso llevarlo todo por la tremenda, y que prevenidos a tiempo mis dos escuderos, que andan siempre alerta y ojo avizor, aun antes de que Acevedo y Tiburcio desenvainasen las espadas, se apoderaron de Acevedo, y con el auxilio de Teletusa y de vuestro doncel, le ataron chistosamente abrazado a la vieja Claudia y traspusieron con ellos al desván, donde se los encontrará el Sr.
Roque, admirado de la gallardía, bizarría, buen talle y suceso de la hermosa Claudia, le dijo: -Ven, señora, y vamos a ver si es muerto tu enemigo, que después veremos lo que más te importare.
No hubo en ello la menor culpa mía. Toda la culpa fue de la vieja Claudia, mi criada. Sin encomendarse más que a su propia codicia, y creyendo que podía disponer a su antojo de Teletusa y de mí, cuando menos lo recelábamos, cuando ni sabíamos que estuviesen en Cintra los señores Carvallo y Acevedo, los introdujo aquí a ambos furtivamente.
Abrió los casi cerrados ojos el herido caballero, y, conociendo a Claudia, le dijo: -Bien veo, hermosa y engañada señora, que tú has sido la que me has muerto: pena no merecida ni debida a mis deseos, con los cuales, ni con mis obras, jamás quise ni supe ofenderte. -Luego, ¿no es verdad -dijo Claudia- que ibas esta mañana a desposarte con Leonora, la hija del rico Balvastro?
Al fin, tropezando en la obscuridad y dándome de calabazadas contra las paredes creo que he logrado llegar a tu cuarto. Esa maldita vieja Claudia me dejó solo, prometiendo volver para guiarme. Tardaba en volver y yo me cansé y he venido sin guía. Aquí estoy, Olimpia.
Tales y tan tristes eran las quejas de Claudia, que sacaron las lágrimas de los ojos de Roque, no acostumbrados a verterlas en ninguna ocasión. Lloraban los criados, desmayábase a cada paso Claudia, y todo aquel circuito parecía campo de tristeza y lugar de desgracia.
Roque, que atendía más a pensar en el suceso de la hermosa Claudia que en las razones de amo y mozo, no las entendió; y, mandando a sus escuderos que volviesen a Sancho todo cuanto le habían quitado del rucio, mandándoles asimesmo que se retirasen a la parte donde aquella noche habían estado alojados, y luego se partió con Claudia a toda priesa a buscar al herido, o muerto, don Vicente.
Palabra del Dia
Otros Mirando