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Actualizado: 16 de junio de 2025


Se le fué el dolor de cintura ante las dudas que en el momento le asaltaron: ¿debía modelar una sonrisa ó afectar gravedad? ¿debía alargar la mano ó esperar á que el General le ofrezca la suya? ¡Carambas! ¿cómo no se le había ocurrido nada del asunto para consultar con su gran amigo Simoun? Para ocultar su emocion preguntó en voz baja, muy quebrada á su hijo: ¿Has preparado algun discurso?

Muchas veces vemos que la flor más brillante, es la que oculta con sus frescos tallos á la serpiente más venenosa. Si su conciencia es como su cintura, casi me atrevo á presagiar que verá el reino de los cielos; aunque se ven frecuentemente cinturas muy estrechas con conciencias muy anchas. =Dia trigésimo cuarto=. La columna de Vendome. El balcon de la fonda. Dicho del general Welington.

Pero ¿adónde miraba ahora el Niño Jesús?... No se sabía.... ¿Hacia la ventana?... No.... ¿Hacia la puerta?... ; hacia la puerta.... ¿A ver? Carmen volvió la cara y allí estaba todavía la criada, boquiabierta, haciéndose la remolona, con una mano en el picaporte y otra en la cintura, como si esperase algún recado....

La criada no entendió una palabra de su discurso, pero adivinó bien esta vez la sustancia, y se retiró. Don Roque se dejó caer, en efecto, sobre el lecho. Se cubrió con la ropa hasta la cintura, y reclinando la espalda contra las almohadas, tomó el vaso de ponche y lo acercó a los labios. Al instante echó de ver que existía deficiencia en una de las bases.

Una noche muy oscura, mi hermano, que iba adelante por el lomo de la pared, se detiene y, volviendo la cabeza, me dice en voz baja: "Volvámonos, que ahí está el diablo". ¿Dónde? le digo yo, levantando la cabeza por encima de sus espaldas, para mirar hacia adelante; y apenas le hube divisado, de poncho y chambergo, con una mano a la espalda, en actitud de sacar el cuchillo de la cintura y echando chispas por la boca, la nerviosidad consecutiva nos hizo resbalar a los dos y caer.

En vista de esto, el joven dijo que esperáramos un momento a que llegara su padre. No tardó mucho en venir. Era un hombre viejo, encorvado por la cintura, con el pelo blanco y la pipa en la boca.

Entre la fábrica de aserrar y la primera hoguera, en la compuerta de la esclusa, se hallaba sentado el zapatero Jerónimo de San Quirino, un hombre de cincuenta a sesenta años, de cara larga y curtida, ojos hundidos, nariz gruesa, orejas cubiertas con un gorro de piel de nutria y barba rubia y puntiaguda que le llegaba hasta la cintura.

Vamos, cuénteme usted, que yo ia absuelvo en seguida. A las niñas bonitas se les perdona todo. Diciendo esto, miró de nuevo á Clara; pero ya no se sonreía: estaba serio, y había en su voz cierta agitación que ella no pudo notar. Cuidado, no se caiga usted dijo, extendiendo su brazo por la cintura de la huérfana, como si ésta hubiera tropezado.

Por cierto que no se explicaba mal ni dejaba de tener su lado interesante mi rudo interlocutor, en quien apenas me había fijado hasta entonces. Era un mocetón fornido, ancho y algo cuadrado de hombros; vestía pantalón azul con media remonta negra, sujeto a la cintura por un ceñidor morado; y sobre la camisa de escaso cuello, un «lástico» o chaquetón de bayeta roja.

Smiles y yo oímos la conversación; al dejar de distinguirse las dos voces, Smiles me dijo: No han encontrado nada. Es indudable. No supe si alegrarme o entristecerme; no habiendo encontrado el tesoro, nos buscarían con más ahinco. Al hacerse de noche salimos de nuestro escondrijo, y, metiéndonos en la arena hasta la cintura, avanzamos por la playa. ¿Con qué objeto? No teníamos ninguno.

Palabra del Dia

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