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Actualizado: 16 de julio de 2025


Compraron dulces para la niña, estuvieron un rato viendo bailar al son de la gaita; después se pararon delante de la giraldilla; por último, se fueron a donde sonaba el violín y el arpa, y tuvieron ocasión de ver entre las parejas a su hermano Pablo estrechando la cintura de la hermosa Ramona. Por cierto que, al advertir su presencia, el bizarro joven se inmutó un tanto.

Aquel don Fermín que allá abajo en la calle de la Rúa parecía un escarabajo ¡qué grande se mostraba ahora a los ojos humillados del monaguillo y a los aterrados ojos de su compañero! Celedonio apenas le llegaba a la cintura al canónigo.

«Hola, ven acá, mujer, dame un beso y un abrazo» le dijo la señorita, atrayéndola a con maternal cariño. Adoración se frotó bien la cara y el cuerpo contra la cintura y falda de su protectora.

En un momento dado, como ella se inclinase demasiado hacia afuera, el guarda general se atrevió a asirla por la cintura como temiendo que se pudiese caer.

Son tan altos, y las indias, que no los semejantes en todas aquellas provincias, y no comen mas que caza y pesca. Las indias andan cubiertas de la cintura abajo: estan treinta leguas de los Sococies: estuvimos un dia con ellos, y desde aquí se volvieron los Sococies en sus canoas á sus pueblos.

Pero al acostarse volvió Ido a ser atormentado por sus temores, y no tuvo más remedio que estar toda la noche hecho un ovillo, con las manos cruzadas en la cintura, porque si en una de las revueltas que ambos daban sobre los accidentados jergones la mano de su mujer llegaba a tocar el duro, se lo quitaba, tan fijo como tres y dos son cinco.

Al mismo tiempo sintió Juana que el brazo de Monthélin rodeaba su cintura. Despertose como de un sueño, levantose y rechazándole violentamente exclamó: ¡Ah, mi pobre señor! Si supieseis qué mal momento habéis elegido. No había como equivocarse sobre el acento de su voz y la expresión de su semblante, el sentimiento que la animaba era claramente el del desdén más frío e implacable.

El momento fue solemne. Los dedos del ex miliciano oprimían la cintura de la corista, cuyo cuerpo temblaba como pájaro en poder de niño. Mariquita murmuró con extraordinaria dulzura: ¡Por Dios, don Quintín!

Como luego se asomara al salón grande, vio a Miguel Castilla tomar la cintura de Adriana para bailar con ella; le pareció una profanación, acaso porque nunca le había visto sino bailar en el cabaret. Sintió impulsos de separarles y de insultar a Castilla.

Ahora de mucho, de todo, Catalina mía dijo Quevedo, rodeando la cintura de la condesa, que se estremeció. Cuenta conmigo. Cuidado con lo que ofreces dijo Quevedo. Todo cuanto yo pueda es tuyo. ¿La ambición de tu padre?... ... ¿La vida de tu esposo?... , y cien veces . Pasó algo terrible, inmenso, doloroso, por el alma de Quevedo, esto es, por sus ojos.

Palabra del Dia

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