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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Después de merendar nos fuimos al salón. Elenita se puso a teclear en el piano, antiquísimo, de voces cascadas y metálicas: un verdadero trasto. Temblé que comenzase a cantar alguna de sus romanzas sentimentales, y más cuando vi acercarse al presbítero y decirle algunas palabras al oído; pero no fue así.
En esta transformación, cambia más el aspecto de las llanuras que el de las protuberancias de la montaña. Al desplomarse por todas partes las nieves han cegado las cavidades, han nivelado los huecos, han borrado las quebraduras secundarias del terreno. Cubiertos están torrentes y cascadas; todo descansa, helado, bajo aquel inmenso sudario.
Las aguas, detenidas por la barrera, aumentando su nivel y salvando los obstáculos, se desbordan en cascadas; el torrente, fuera de su curso normal, se lanza en repentinos y gigantescos borbotones; los monstruos se agitan convulsivamente haciendo temblar y gemir su madera. A este caos movible tiene que atacar con denuedo el conductor de la armadía.
Bien. ¿Está usted dispuesta a ponerse bajo mi dirección y a hacer todo lo que yo le mande? propuso el cura con la hinchazón de vanidad que le daba aquel papel sublime de lañador de almas cascadas. Sí señor. ¿Y cómo estamos de doctrina cristiana? Dijo esto con un tonillo de superioridad impertinente, lo mismo que dicen algunos médicos: «a ver la lengua».
Así, pues, vimos á Priessnitz , después de las bacanales de la Restauración, imponer á la alta aristocracia de Europa la más ruda penitencia, alimentarla con el pan de los campesinos, tener en pleno invierno á las más delicadas señoras bajo las cascadas de agua de nieve, en medio de los pinares del Norte, en un infierno de frío que, por reacción, truécase en uno de fuego.
Suponed ese archipiélago de mil formas en contraste, rodeado, cortado por laberintos de mil direcciones y por innumerables lagos azules y dormidos; mil cascadas caprichosas que se precipitan sobre los valles de lo alto de rocas tajadas y estupendas, en brillantes remolinos entre cuyas espumas vagan las gasas tornasoladas del arco íris; rios saltadores ó de pérfida mansedumbre, de color gris al pié de los nevados y de un azul trasparente en las regiones bajas; bancos inmensos de hielo, ondulosos y resplandecientes de blancura, que parecen mares mediterráneos de cristal trepados sobre las montañas en momentos de grandes cataclismos, donde imperan el silencio, la soledad y la tristeza; vastas alfombras de verdura, frescas y matizadas de mil flores y tintas diversas, y en derredor barreras colosales de granito y caliza, en cuyas cimas se cierne el águila imperial ó saltan el ciervo de enorme cornamenta y el gamo fugitivo por encima de los abismos; barreras que encierran tantas hermosuras, escondiéndolas á la vista del viajero que no penetra hasta el fondo mismo del laberinto.
Las cavidades inmensas como salas de fabulosos palacios, se suceden á estrechos desfiladeros y éstos á aquéllas; chimeneas, abiertas en la roca por antiguas cascadas, aparecen en la bóveda; al borde de estos pozos siniestros nos detenemos con horror, en los cuales, las piedras que arrojamos, bajan chocando contra los salientes de las paredes y sólo después de algunos segundos deja de oirse el ruido que produce en la caída.
Al caer había cerrado la salida de un valle, y el torrente, que en otro tiempo corría pacíficamente por su fondo, había tenido que transformarse en lago para cegar la hoya en que estaba encerrado y de donde vuelve á bajar hoy en corrientes y cascadas sucesivas. Sin duda ocurrieron estos cambios antes de estar habitado el país, porque la tradición no ha conservado el acontecimiento.
Esta se encuentra no lejos del fuerte; antes del establecimiento de la Isabela sólo se conocía la del río Gumalaran, en cuya barra se encuentra casi siempre un metro de agua á bajamar, teniendo cuidado con dos cabezos de roca que no descubren. El agua se hace en pequeñas cascadas á media milla hacia dentro.
No todos, sin embargo, saben gozar de la belleza de las aguas corrientes. El desgraciado que se pasea por holgazanería y para «matar el tiempo», que no sabe en qué emplear, ve en todas partes objetos que le aburren, hasta en las cascadas, en los remolinos, en las hierbas ondulantes del fondo y en los torbellinos de espuma.
Palabra del Dia
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