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Actualizado: 12 de julio de 2025


Y tambien les aseguro que habrá fiesta y en grande, añadía con misterio. Era cierto, en efecto, que Paulita se casaba con Juanito Pelaez. Sus amores con Isagani se habían desvanecido como todos los primeros amores, basados en la poesía, en el sentimiento.

Y Raquel, acalorándose, procuró convencerla de que si ella se casaba con Muñoz y Laura se quedaba sin embargo sin el amor de Julio, su sacrificio sería un desatino inútil. Adriana, sin responder, hizo un gesto de cansancio. Sus ojos anegados de tristeza parecían explicarle todo lo que no podía decir con palabras.

Esto no es hablar de Paris, ni de Francia, porque ni Francia ni Paris pueden tener culpa de que haya una vieja ridícula. En segundo término del salon, como las últimas figuras de un cuadro, habia una señora con su hija, muchacha graciosísima que podria rayar en los quince ó diez y seis años. Un caballero preguntó á la madre cuándo se casaba la muchacha. La vieja se puso encarnada como un pavo.

En la fábrica comenzaron las bromas por parte de sus enemigas, que le preguntaban irónicamente cuándo se casaba, y la llamaban de apodo «la Pastora», por tener amores con el nieto del tío Tomba. Temblaba de inquietud la pobre Roseta. ¡Qué paliza iba á ganarse! Cualquier día llegaba la noticia á su padre.

Siguieron hablando de la buena fortuna. Bou la había recibido con calma y no pensaba hacer locuras. Si al fin se casaba, seguiría trabajando, con el mismo sistema de vida modesta y obscura. Pero si no se casaba, tenía el pensamiento de proporcionarse algunas satisfacciones, porque ¡voto va Deu!, no hay dinero más soso que el que uno deja a sus herederos cuando se muere. Es necesario irse al otro mundo sin poder contar por allá algo de lo poco bueno que hay en este; y luego, si viene la liquidación, si tocan a desamortizar, es triste cosa que le limpien a uno sin haber sido sanguijuela por un poco de tiempo. El trabajo es bueno, magnífica cosa, señor, admirable en extremo; y los holgazanes que se aprovechan del trabajo del pobre para gozar, son unos pillos, señor, grandes tunantes; pero el obrero que tiene una ocasión de introducirse, siquiera sea por breve tiempo, en el palacio encantado de los goces mundanos, debe hacerlo, aunque no sea sino por conocer el género de vida de las sanguijuelas y tenerlo en consideración el día en que se ajusten cuentas.

La misma inquieta hipocresía de que la baronesa acababa de darle transparente testimonio, decía claro a Beatriz cuánto sospechaba la vieja dama acerca de las intenciones de su sobrino y cuánta rosada esperanza podía ella abrigar en su pecho... Y, sin embargo, ahora más que nunca se encontraba amarrada a su adverso destino, ya que no sólo había empeñado su leal palabra a la de Montauron, que también teñía Beatriz en sus amantes manos la suerte o la total ruina del hombre de sus predilecciones, porque conocía demasiado la huérfana a la baronesa para poner un solo instante en duda que, si Pedro se casaba contra la voluntad de su orgullosa tía, no dejaría ésta por motivo alguno de poner en práctica sus fulminantes amenazas; así, pues, veíase la joven sin ventura reducida a temer lo que anhelado había más en la vida, y ante el temor de verse expuesta, a prueba superior a sus fuerzas, rogaba al Cielo que su elegido jamás llegase a amarla.

Y si a pesar de esto surge el mestizo, no lo reconocen. El conquistador dijo Maltrana , aconsejado por el sacerdote, creyó vivir en pecado mortal si no se casaba con la madre de sus hijos, y a veces la manceba india, por obra de las hazañas de su marido, llegaba a ser doña Inés, doña Luz o doña Violante con escudo nobiliario y gobernación de tierras.

Jaime pasó una noche en claro en un hotel de Siracusa... ¿Casarse? Mary era agradable: embellecía la vida y llevaba con ella una fortuna. ¿Pero realmente se casaba con él?... Comenzaba a molestarle el otro, el fantasma ilustre que había surgido en Zurich, en Venecia, en todos los lugares visitados por ellos que guardaban recuerdos del paso del maestro...

Cuando le preguntaban si era cierto que se casaba con un señorito, sonreía, se hacía la enojada como de chanza, y fingía mirar disimuladamente la sortija.... ¡Casarse! ¿Y por qué no? ¿No éramos todos iguales desde la revolución acá? ¿No era soberano el pueblo? Y las ideas igualitarias volvían en tropel a dominarla y a lisonjear sus deseos.

Las facciones de aquel rostro se acercaban al canon griego y casaba muy bien con ellas la dulce seriedad de la fisonomía. En esta figura larga, pero no sin gracia, espiritual, no flaca, solemne, hierática, todo estaba mudo menos los ojos y la dulzura que era como un perfume elocuente de todo el cuerpo. Era la doncella de doña Paula, Teresina. Dormía cerca del despacho y de la alcoba del señorito.

Palabra del Dia

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