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Actualizado: 12 de julio de 2025
Si se casaba una muchacha de la costa, célebre por su belleza, á la salida de la iglesia surgían los impíos, disparando sus trabucos y acuchillando á los hombres sin armas, para llevarse las mujeres con sus ropas de fiesta. De todo el litoral sólo temían á los navegantes de la Marina, tan audaces y belicosos como ellos.
SANCHO. Obligada llevo el alma Y la lengua, gran señor, Para tu eterna alabanza. FELIC. En fin, vos, ¿no os casaréis? PELAYO. Yo, señora, me casaba Con la novia deste mozo, Que es una lumpia zagala, Si la hay en toda Galicia; Supo que puercos guardaba, Y desechóme por puerco. FELIC. Id con Dios, que no se engaña. PELAYO. Todos guardamos, señora, Lo que... FELIC. ¿Qué?
En cuanto a que ella se casaba por deseo de ir a figurar en Madrid, doña Luz reía desdeñosamente al oírlo.
Hallábase realmente conmovido el señor de la Lage: era la primera vez que casaba una hija; sentía desbordarse en su alma la paternidad, y al tomar de la mano a Nucha para conducirla a la cámara nupcial, alumbrándoles el camino Misia Rosario con un candelabro de cinco brazos cogido de la mesa del comedor, no acertaba a pronunciar palabra, y un poco de humedad se asomaba a sus lagrimales áridos, y una sonrisa de orgullo y placer entreabría al mismo tiempo su boca.
Tienes razón. Pero, dime: ¿serías el primero que sin poseer caudales se casaba con una rica? No. Pues ya lo ves. Sí, tía; pero no siempre en esos casos queda a salvo la dignidad. Te engañas: muchos pobres se han casado con ricas, y se han casado sin que su nombre pierda lo más mínimo.... Tal vez; pero la sociedad murmura.... Ya lo sé. ¿Crees tú que yo no sé los males que causa la murmuración?
El otro día dijo que si no se casaba con Marisalada, rompería su guitarra, y ya no podía meterse fraile, se metería a faccioso. Ya ve usted, tía María, que de todas maneras me comprometo, metiéndome en ese asunto.
Pero también pensaba que la disciplina militar le vendría muy bien para corregir sus malas mañas. Por fortuna o por desgracia del joven, sacó un número muy alto, y quedó de reserva. Pasado algún tiempo, y después de una ausencia de cuatro días, presentose a su madre y le dijo que se casaba, que quería casarse, y que si no le daba su consentimiento él se lo tomaría.
Juan era un niño mimado; para él, puesto que se casaba, Martín hacía traición al amor fraternal. A Juan le parecía que su hermano lo engañaba y cometía un atentado contra sus derechos inalienables.
La verdad es que la conducta de Isabel era inexplicable; pero aquello no tenía la extraordinaria importancia que Villa le daba, mucho más cuando en la tarjeta nada se decía que pudiera alentar sus pretensiones. Conseguí ponerle de un humor delicioso, asegurándole que la condesita sólo se casaba por presión de la familia o por razones de conveniencia.
D. Laureano hacía valer mucho esta prohibición para sacarles lindamente los cuartos: en realidad, importábale tan poco que jamás se le había pasado por la mente enajenar su grata libertad. Aborrecía de muerte el matrimonio y la familia. Cuando algún amigo se casaba, considerábale como un suicida.
Palabra del Dia
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