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Actualizado: 26 de octubre de 2025
Del tiempo en que estaba preso el ínclito Onofre he encontrado la curiosa noticia en el Archivo Municipal en la Carpeta 39 de Acuerdos para librar de 1699 y que puede servir de dato para ilustrar la vida del azotado verdugo: «En la muy noble y leal ciudad de Sevilla, en sábado 11, días del mes de Abril de 1699, en el Cabildo que la ciudad tuvo y celebró este día en que se juntaron sus señorías el señor marqués de Valdehermoso, Asistente de esta ciudad y algunos de los caballeros veinticuatro y jurados según costumbre, fué leído un memorial dado por Onofre Bartola en que dice está ejerciendo el oficio de ejecutor de la justicia y que se halla preso en la cárcel real, y sumamente pobre, suplica á la ciudad lo admita por tal ejecutor, señalándole lo que es estilo y socorriéndole por ahora con lo que la ciudad fuese servido, en que recibiría merced; y visto por la ciudad y por su señoría el señor Asistente se acordó de conformidad remitir el dicho memorial á los señores tenientes para que hagan informe sobre su contenido y que al dicho Onofre Bartola se le diesen por ahora cien reales por cuenta del salario de ejecutor de la justicia que se le hubiere de señalar, siendo á propósito para ello y que se tenga presente en la contaduría esta libranza para cuando llegue el caso, etc.»
¡Tejer tu!... ¡No es posible!... Eres muy chica. ¡Y te gastarías esos lindos ojitos míos y esas queridas manitas!... Yo he de tejerte cuánto me pidas: una carpeta para tu mesita, un pañolón para tu muñeca... Di, ¿qué más quieres? ¡Por favor, mamá! rogaba la niña, sollozando casi. ¡Enséñame a tejer a mí, tú que eres tan buena! ¡Ten lástima de mí! ¿Y qué quieres tejer?
Reunidas en el comedor, tenían las manos lánguidamente caídas sobre la carpeta de terciopelo rojo, menos Carmen, que con las suyas se cubría la cara para seguir más abstraída en la imaginación de las escenas que había evocado la anciana. ¡Qué mal hace abuelita, dijo Zoraida, de hablar así delante de esta chica! Tiene ya la cabecita llena de novelas.
891 Hay hombres muy inocentes y que a las carpetas van; cuando azariados están -les pasa infinitas veces- pierden en puertas y en treses, y dándoles mamarán. 892 El que no sabe no gana aunque ruegue a Santa Rita; en la carpeta a un mulita se le conoce al sentarse, y conmigo era matarse: no podían ni a la manchita.
La puerta estaba entreabierta, y entraron... En el cuarto de estudio, todo en su sitio: los libros sobre la mesa, un montoncito de papeles rotos sobre la carpeta... En el dormitorio, nada ni nadie: la colcha de la cama revuelta, como que el cuarto estaba sin aviar, según propia confesión de Pampa, a quien el niño había dicho que ya no hacía falta.
El tribuno hizo un gesto despectivo al oir el nombre del coloso. Su opinión sobre él estaba formada, y todo lo referente á su persona lo tenía guardado en una carpeta llena de papeles puesta sobre una mesa próxima. Allí estaban los célebres datos estadísticos sobre las enormes cantidades de materias alimenticias que llevaba devoradas el intruso.
Cada uno de esos hoteles está siempre repleto de viajeros que se suceden y renuevan sin cesar, llegando de todas las comarcas de Europa y dispersándose en direcciones diversas; y por la gran alameda como por los jardines y prados vecinos circulan sin cesar los alegres y apuestos grupos de viajeros, ya visitando las tiendas para comprar curiosidades; ya paseando á caballo ó en ligeros cochecitos en solicitud de los admirables paisajes de las montañas vecinas; ya haciéndose recíprocas visitas, yendo al tiro de carabina, ó dirigiéndose por las mañanas á la elegante Casa de conversacion á tomar los zueros medicinales, ó por las noches á bailar, divertirse, y no pocas veces amontonarse, á horas avanzadas, al derredor de la carpeta verde, plaga inevitable de casi todos los sitios á la moda en Europa durante los veranos.
PABLO Verlaine tenía una sed fatal, una sed monstruosa y suicida, y bebió hasta la muerte. Tal vez oía la voz de una sirena fabulosa en el fondo glauco del ajenjo. El ruiseñor protervo iba al café D'Harcourt y bebía, bebía... Las cuartillas aguardaban en una carpeta, junto al tintero feo, mezquino, de fosforero de café.
Cada diputado tiene un sillón rojo y en el respaldo del sillón que se encuentra adelante hay una mesita saliente para colocar la carpeta en la que lleva sus papeles, apuntes, etcétera. La derecha, entonces, como hoy, era minoría; el centro y la izquierda, la gran mayoría. Frente al cuerpo de taquígrafos encontrábanse los asientos ministeriales y para los subsecretarios de Estado.
Una pacificadora serenidad emana de las húmedas selvas, de vez en cuando interrumpidas por anchos vallados en que la mirada se refresca como en un baño de verdor... El inspector general ha cerrado la carpeta del expediente y la ha metido en su valija. Después vuelve a la ventanilla del vagón y apoyándose de codos en ella respira con avidez el fuerte olor de la tierra refrescada por la lluvia.
Palabra del Dia
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