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Actualizado: 30 de junio de 2025
Un marido que tiene menor fuerza que la mujer no es, no puede ser marido. El pobrecillo es un bendito de Dios; pero no le podré querer aunque viva con él mil años. Esto será ingratitud, pero ¿qué le vamos a hacer?, no lo puedo remediar...». Tan distraída estaba, que el carnicero le preguntó tres veces lo que quería sin obtener respuesta.
En su condición de alieni juris hubo de sufrir la acción directa y constante de su dueño y señor, y sujetarse en un todo a su omnímoda voluntad. ¡Adiós cenas opíparas con mariscos y vino de Rueda en el café de la Marina! ¡Adiós caza de la liebre con Fermo el carnicero y Marcelino el tallista! ¡Adiós noches seductoras de tresillo! ¡Tardes de paz y de dicha en el lagar de Sebastián de la Puente, adiós!
Mucho ojo con este carnicero, que es más ladrón que Judas. Si tienes alguna cuestión con él, nómbrame a mí y le verás temblar...». Y por aquí siguió amonestando y apercibiendo con ínfulas de verdadera ama y canciller de toda la familia. La suerte que se marchó. Serían las diez cuando la desposada se quedó sola con su marido y con Patricia.
Pues hay otras adquisiciones mucho mejores todavía dijo Carnicero frotándose las manos . ¿Con que ese desdichado Gobierno del Sr.
Orejón se despidió para volver a la noche, trayendo las últimas noticias, y Carnicero se quedó solo, saboreando en deliciosas meditaciones su júbilo apostólico, ideando planes y considerando el triunfo rápido de la España religiosa sobre la España masónica. Después fue Salvador a despedirse y a llevar la carta para Cordero, y otra vez se quedó solo el anciano con la criada que le aprestó la cena.
A la mañana siguiente, cuando pasó Samson, el cochero, le pregunté si recordaba las señas de un hombre con una caja, que había venido en el coche el día anterior; pero no recordaba mas que de un carnicero con una cesta y de una mujer con un saco. No tenía mucha confianza en Samson, porque era hombre muy marrullero, y no quise preguntarle más.
El cuadro era bueno y representaba a Su Majestad en gran uniforme, de medio cuerpo, con aire y bríos juveniles, nariz luenga, cabellos negros, ojazos llenos de relámpagos y aquella expresión sensual y poco simpática que caracterizó al Deseado Aborrecido. Tan trastornado estaba Carnicero, que le parecía ver por primera vez aquella figura en su gabinete, y retrocedió con cierto espanto.
Al fin recordó que era nieto del tío Tomba, el pastor ciego á quien respetaba toda la huerta; un buen muchacho, que servía de criado al carnicero de Alboraya, cuyo rebaño cuidaba el anciano. ¡Grasies, chiquet, grasies! murmuró agradeciendo el saludo. Y siguió adelante, siendo recibido por su perro, que saltaba ante él, restregando sus lanas en la pana de los pantalones.
¡Tablas, Tablas! gritó Carnicero, y cuando el atleta apareció en la puerta, le dijo : Gandul, ¿estás sordo?... Vete a la taberna de la calle del Burro y trae una botella de Jerez seco o de cosa que lo parezca. Anda pronto. Oye, ¿no hay bizcochos en casa? trae también bizcochos.... Jerez seco... pronto.
Por fin llegó a dar la mano a Carnicero y entraron juntos en el despacho. Parece que entra un temporal en mi casa dijo el anciano colocándose en su nicho . ¿Y qué tal? ¿Ha encontrado usted en la escalera a Zumalacárregui y al señor conde? Buen militar y buen diplomático, jí, jí... Zumalacárregui es una buena adquisición respondió Salvador . Tiene valor y talento.
Palabra del Dia
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