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Cuando nos sentamos aceptando su invitación, él recogió su desteñido hábito carmesí y se sentó a nuestro lado. Le manifesté la sorpresa que me causaba encontrarlo allí, pero él se sonrió, y dijo: ¿Está usted decepcionado por no haber descubierto otra cosa?

Cristo tendido en su lecho, bajo cristales, su Madre de negro, atravesada por siete espadas, que venía detrás, no merecían la atención del pueblo devoto; se esperaba a la Regenta, se la devoraba con los ojos.... En frente del Casino, en los balcones de la Real Audiencia, otro palacio churrigueresco de piedra obscura, estaban, detrás de colgaduras carmesí y oro, la gobernadora civil, la militar, la presidenta, la Marquesa, Visitación, Obdulia, las del barón y otras muchas damas de la llamada aristocracia por la humilde y envidiosa clase media.

El sol se acostaba en un mar de púrpura, sobre un vapor flotante y encendido, exhalando sus ardores de reposo y de amor. Balanceábase majestuoso sobre las nubes resplandecientes con melancolía infinita, escuchando graves y sublimes armonías que no llegarán jamás al oído de ningún mortal. El manto carmesí de la tarde tachonado de estrellas caía de las profundidades del firmamento.

Era sabido que una lluvia de luz carmesí indicaba una epidemia. Dudamos mucho que haya acontecido algo notable en la Nueva Inglaterra, desde los primeros días de su colonización hasta el tiempo de la guerra de la Independencia, de que los habitantes no hubieran tenido un previo aviso merced á un espectáculo de esta naturaleza.

Después de dar dos vueltas por el atrio y de detenerse breves instantes frente al crucero, el santo volvió a entrar en la iglesia, y fue pujado, con sus andas, a una mesilla al lado del altar mayor muy engalanada, y cubierta con antigua colcha de damasco carmesí. La misa empezó, regocijada y rústica, en armonía con los demás festejos.

Domingo: uno a la parte de la Epístola en igual plano de la peaña del Altar, que se había revelado sobre el pavimento de la Iglesia nueve gradas, y en este tablado adornado ostentosamente estuvieron bajo dosel carmesí con magestad de Tribunal, los Señores Inquisidores comenzando por la parte de arriba el más antiguo.

En tal estancia se prohibía el estridente dominó, y allí se juntaban los más serios y los más importantes personajes de Vetusta. Allí no se debía alborotar porque al extremo de oriente, detrás de un majestuoso portier de terciopelo carmesí, estaba la sala del tresillo, que se llamaba el gabinete rojo. En este había de reinar el silencio, y si era posible también en la sala contigua.

Sería imposible calcular cuántos italianos pobres se salvan anualmente de perecer de hambre por la sopa y el pan que todos los días reciben en la puerta de todo monasterio capuchino. Basta decir que esta orden de hábito carmesí y de casquete negro es la más grande y sincera amiga que tiene la clase más necesitada y pobre.

El baptisterio de la iglesia parroquial estaba cubierto de colgaduras de raso carmesí con flecos dorados; la pila brillaba como un ascua de oro, iluminada por grandes cirios.

Tiene la mano izquierda naturalmente caída a lo largo del cuerpo y la diestra puesta en un sillón de terciopelo carmesí, encima de cuyo asiento esta tumbada una perrilla de lanas blanca y manchada que, apoyando el hocico sobre uno de los brazos del mueble, mira con extraordinaria viveza.