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Creía con esto rendirle un homenaje; trataba de captarse su simpatía. Mas, contra lo que esperaba, la joven aldeana, al verle frente a ella en actitud de invitarla al baile, le volvió rápidamente la espalda y se puso a bailar con la compañera que tenía al lado. Andrés quedó un instante suspenso y corrido. Luego, fingiendo indiferencia, sacó a otra muchacha y siguió bailando.

El señor Fermín y sus hijos penetraban sin darse cuenta en la familia del amo, hasta llegar a confundirse con ella. La simpleza del capataz, alegre e hidalga como la de todos los labriegos andaluces, le hacía captarse la confianza de los de la casa señorial.

Felipe II había sometido á su cetro á Portugal, después de la muerte del cardenal Enrique; pero D. Antonio, prior de Ocrato, y uno de los pretendientes al trono de Portugal, había sabido captarse la protección de Francia é Inglaterra y encontrado en las Azores numerosos y resueltos partidarios.

Por lo demás, no hubo alteración alguna en la distribución y conjunto de los antiguos corrales, y de aquí que, mientras se desplegaba un lujo nunca visto en el teatro del Buen Retiro, aquéllos, en punto á máquinas y decoraciones, continuaban en el mismo estado que tenían hacia fines del siglo XVI. Mientras que al teatro de la corte sólo acudía una sociedad escogida de notables personajes, ya por su ilustración, ya por su rango social, á las casas de comedias de la ciudad asistía inmensa muchedumbre, compuesta de las clases populares, llena de una curiosidad insaciable, y los mosqueteros daban sus votos de censura ó de alabanza de la misma manera estrepitosa que antes, pudiendo asegurarse que esas manifestaciones ruidosas de su aprobación ó de su vituperio llegaron á su punto culminante en la mitad del siglo XVII. De las noticias dadas por Caramuel, aparece que de 1650 á 1660 había uno de estos mosqueteros, un zapatero remendón, apellidado Sánchez, que se había erigido en Aristarco de los teatros, y cuya influencia era tan grande, que de él dependía la buena ó mala acogida que en el público encontraban las comedias, hasta el extremo de que poetas dramáticos famosos procuraban captarse su benevolencia antes de llevar sus obras á la escena.

El conde, sonriendo amablemente, dejó de valerse del inglés, y le habló de pronto en español, como si hubiese reservado este golpe final para acabar de captarse su afecto con el más irresistible de los halagos. He vivido en Méjico dijo para explicar su conocimiento de esta lengua . He hecho un largo viaje por las Filipinas cuando vivía en el Japón.

Se pusieron a cenar, y mi amigo durante la cena y después de ella trató de captarse las simpatías, o por lo menos la benevolencia de la señora, prodigándole muchas atenciones y dirigiéndole a menudo la palabra. Todo fue inútil: la china contestaba con su gruñido acostumbrado, o a todo más, con algún monosílabo que revelaba su mal humor.

Después de una penosa navegación tomó puerto en la isla de Cebú, donde consiguió captarse el cariño y los servicios del Reyezuelo que imperaba en aquella, el cual estando en guerra con su vecino el de la isla de Maetan impetró de Magallanes su auxilio, que le fué otorgado por el intrépido marino, yendo él mismo con parte de su gente á una expedición contra los enemigos de los cebuanos; aquellos en gran número y con gran destreza resistieron el ataque, muriendo Magallanes.

La menor objeción en el consistorio era para él una ofensa personal; terminaba las discusiones en la calle con amenazas y golpes; su mayor gloria era que los enemigos se dijeran: Cuidado con Ramón... Mirad que ese es muy bruto. Y junto con su acometividad, mostraba para captarse amigos, una esplendidez que era el tormento de su padre.

¿Cómo anda el cuarto del príncipe? Don Baltasar de Zúñiga no perdona medio de captarse la voluntad de su alteza; como que dicen que hace versos con él. Y aun poesías eróticas... No comprendo bien, señor. Composiciones amorosas. No; no, señor; eso se queda para el duque de... Montiño se detuvo afectando la confusión de quien ha pronunciado una palabra inconveniente y peligrosa.

M. Taillade respondió que lo recordaba muy bien, y explicole que, para hacerse agradable a M. L'Ambert, y captarse su benevolencia, había promovido al auvernés de peón de albañil a azogador. ¿Hace quince días de eso? preguntole el notario. , señor, ¿lo sabíais ya? ¡Demasiado, por desgracia! ¡Ah, señor! ¿cómo puede jugarse con cosas tan sagradas? ¿Yo...? No, nada.