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Actualizado: 7 de junio de 2025
Esto dio a la de Bringas muchos ánimos, y bien los necesitaba la infeliz, pues iba como al matadero, considerando lo que aquel paso la degradaba. «¡Lo que puede la necesidad! pensó al tirar de la campanilla del segundo . Y quién me había de decir que yo bebería de esta agua. Ahora sólo falta que me eche a cajas destempladas, para que sea mayor mi vergüenza y mi castigo completo».
Sí: parecía una buena persona. ¿Pero á qué quiere volver aquí? Usted bien se lo malicia. ¡Ah, qué picarona es usted! En aquel momento sonaron en el bolsillo de Pascuala las pesetas que el militar le había dado. Después se sintieron pasos en la escalera y sonó muy débilmente la campanilla. Es él dijo la alcarreña.
Entró, subió, procurando no ser sentido. Llegó á la puerta y se detuvo. Su mano tornó maquinalmente el cordón de la campanilla. Si hubiera sentido el menor rumor de disputa; si hubiera sentido la voz agria del viejo, habría llamado con todas sus fuerzas. Pero nada sintió; aplicó el oído. Un silencio sepulcral reinaba en la casa.
Así, si se cortaba la corriente eléctrica, no había peligro de que los clientes sintiesen la tentación de apropiarse el dinero de la banca. De tarde en tarde sonaba una campanilla, agitada discretamente por uno de los empleados de levita negra que dirigían el juego. Una ficha, una moneda ó un billete había caído bajo de la mesa.
Enrejada era también la puerta, por la cual se veía un patio con pavimento de azulejos y columnas de mármol, donde había grandes macetas con flores y plantas. «¡Qué árabe!» volví a exclamar para mis adentros, mientras buscaba por todas partes el llamador. Di por fin con un cordelito, tiré de él y sonó la campanilla.
La viuda quedó como aplastada bajo el peso de tales pensamientos, hasta que el repiqueteo de la campanilla le dió la orden de bajar. Al pie de la escalera, vió que el visitante subía a un coche.
Decididamente, no tenía la cabeza bien. ¡Mire usted que pensar un hombre de su carácter y sus años que estaría mejor servido con una chica así que con su vieja Vicenta...! Vaya; el Chartreuse, con su calor de falsa juventud, hace pensar locuras.... «¡A tomarte el café, viejo verde...!» Y se bebió la taza de un trago. Sonaba la campanilla de la puerta. Será Roberto dijo Concha.
Disponíase a tranquilizar a la moribunda deslizando un juramento en su oído cuando se oyó una campanilla que le hizo estremecerse y quedar como clavado en su sitio. Era el sacerdote que volvía en compañía del sacristán de San Felipe de Roule y de dos monaguillos para administrar a Magdalena los últimos sacramentos. Todos callaron al sonar la campanilla y se postraron de hinojos.
Volvióse Jacobo del otro lado, ahogando estas reflexiones con su voluntad ya despierta, y tiró de la campanilla, murmurando entre dientes: Amar a nuestro prójimo Nos manda la doctrina, Y al prójimo en la guerra Le dan contra una esquina. Entró Damián, trayendo, como todos los días, el correo y los periódicos, que puso al alcance de la mano de Jacobo sobre la mesa de noche.
Lo que faltaba de escalera no dio tiempo a más suposiciones. Estaba en el descansillo del piso tercero, ante una puerta de cuarterones, groseramente pintada de azul. El cordel de la campanilla, de puro mugriento, parecía negro. «¡Cosa más rara!»
Palabra del Dia
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