Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 7 de junio de 2025
La disputilla referida anteriormente fue cortada por la entrada o salida de fieles. Todo se sabe. Cállate la boca, si no quieres que dé parte a D. Senén para que te enseñe la educación. ¡A ver!... No vociferes, que ya oyes la campanilla de alzar la Majestad.
Fué entonces cuando, del otro lado de la mesa, una voz insinuante y cristalina, me dijo misteriosamente: Vamos, Teodoro, amigo mío, sé fuerte, extiende la mano y toca la campanilla. La pantalla verde de la vela esparcía una penumbra en derredor. Me levanté temblando.
Los sollozos se mezclaron pronto con la risa, y por último, doña Luz cayó al suelo como desplomada, y allí se agitó en fuertes convulsiones. Don Acisclo tocó entonces la campanilla, llamó a voces a la gente de casa, y acudieron D. Gregorio, Juana, Tomás y otros criados. Todos se aterraron. Las convulsiones seguían. Juana mandó llamar al médico D. Anselmo.
Tirando de un cordon que está en el despacho, hace largo años que suena una campanilla; ó en lenguaje idealista, el fenómeno interno formado de ese conjunto de sensaciones en que entra eso que llamamos cordon y tirar de él, produce ó trae consigo eso otro que apellidamos sonido de la campanilla.
Subió los escalones de dos en dos y tiró del cordón de la campanilla. Eran las nueve de la mañana. En seguida le abrieron, con aquella franqueza y prontitud con que suelen abrir los pobres. Apenas tuvo tiempo de ver quién le abría. Se encontró ceñido por unos brazos que le estrechaban y abrumado por una boca que cubría sus mejillas de un diluvio de sonoros besos.
Oíase desde arriba el rumor popular; y luego, en el seno de aquel silencio que cayó súbitamente sobre la casa como una nube, la campanilla vibrante marcó el paso de la comitiva del Sacramento. El altar estaba hecho un ascua de oro con tantísima luz, que reflejaba en el talco de las flores. Había sido entornada la ventana, y todos de rodillas esperaban.
Un rato llevaban de interesante conferencia, cuando sonó la campanilla, y a poco entró Maxi en el gabinete, que era donde su tía y don Francisco estaban. Fortunata estaba planchando. En cuanto vio llegar a su marido, fue a ver qué se le ofrecía, pues algo desusado debía de ser. A tal hora, las diez de la mañana, no venía jamás a casa el pobre chico.
Levantóse Amaranta rápidamente, y en su semblante observé señales de repentina cólera. Mandándome callar, después de decirme que era un desvergonzado y un truhán, agitó con inquieta mano una campanilla. ¡Altos cielos, por qué no os hundisteis sobre mí! Entró un criado, y Amaranta le mandó que me pusiera al instante en la puerta de la calle.
Llevé la mano al sombrero y busqué con la vista al sacerdote portador de la sagrada forma; pero no le vi. En su lugar tropezaron mis ojos con un anciano, vestido de negro, que llevaba colgada al cuello una medalla de plata; a su lado marchaba un hombre con una campanilla en la mano y un cajoncito verde en el cual la mayoría de los transeúntes iban depositando algunas monedas.
Después los circunstantes se fueron retirando lentamente y en la escalera se oyó el repique vibrante de la campanilla del sacristán anunciando que el Señor se alejaba de la casa. Quedaron solamente los íntimos. Un grupo de señoras invadió el cuarto de la enferma para felicitarla y enterarse de su estado.
Palabra del Dia
Otros Mirando