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Y muerto de risa decía: Pero hombre, buena Batrania te Dios; ¿dónde ha leído eso el señor Ozores? «El capellán no era un San Agustín pensaba Anita ; no, porque San Agustín no bebería sidra ni refutaría tan mal argumentos como los de su padre. No importaba, el clérigo tenía razón y eso bastaba; decía grandes verdades sin saberlo». Don Carlos en aquel momento se puso a defender a los maniqueos.

Cuando se ha sido ignorante toda la vida, es peligroso querer convertir de un golpe a los hombres en sabios. Es como si a , que estoy acostumbrado al pucherete casero, me llevasen hoy a la mesa de Su Eminencia. Me atracaría, bebería fuerte, pero a la noche tendría un cólico y tal vez estírase la pata. Gabriel reconocía la verdad de estos consejos prudentes.

¡Silencio, es su marido! EL GRUESO ROMANO. ¡Ah, , no me acordaba ya! ¡Cielos, qué sed tengo! Me bebería un lago entero, sobre todo con la cenita que me dieron anoche. ¡Si supierais, señores romanos, qué bien guisa mi Proserpina! ¡Es toda una artista! ¡Silencio! EL GRUESO ROMANO. Bueno, he soñado esta noche que la Roma fundada por nosotros se desmoronaba. Casa por casa, piedra por piedra...

Los extraños consideran que si el agua no viniese unida a tantos cuerpos heterogéneos, se bebería con más facilidad y produciría los mismos resultados. Y verdaderamente nosotros también nos inclinamos a pensar que su virtud saludable no se acrecienta con que los chicos del barrio orinen en ella y a veces se desahoguen de otro modo aún menos diplomático.

Esto no lo oyó Rubín, que a la sazón estaba jugando a las damas con Izquierdo. Trajeron la leche, y cuando Encarnación se la servía a su ama, esta vio que habían caído dos moscas; le entró mucho asco y puso a la chiquilla como hoja de perejil, llamándola puerca y descuidada. El regente mandó traer más leche, y dijo que la de las moscas se la bebería él, pues no tenía asco de nada.

Tiene razón afirmó la joven prostituta Kravchenko, que seguía la discusión con un interés sostenido . ¡Se divertiría, cantaría, bebería, recibiría hombres, y luego, de la noche a la mañana, a hacer penitencia! No; sería demasiado cómodo. De ese modo, hasta a los mayores pecadores les sería fácil convertirse en santos. El joven abogado la miraba con una atención siempre en aumento.

¿Habría zalamera semejante? ¡Enfadarse Leto por tan poca cosa, cuando sería capaz!... Pidiérale ella que bebiera hieles para quitarla una pesadumbre, y hieles bebería él tan contento, y rescoldo desleído. No se atrevió a decírselo tan claro; pero como lo sentía, algo la dijo que sonaba a ello y le valió el regalo de una mirada que valía otra zambullida.

Por mi parte, digo que le aborrezco, que le abomino; que sin piedad le mataría, que me bebería su sangre... Adiós, me voy. ¿Te vas? : no quiero estar más en esta casa. Pero hombre, estás tonto. Si te he traído aquí para que me ampares.

Quilito le miraba comer, y su estómago, en ayunas, excitado por los ojos y el olfato, rezongaba, impaciente. Con mucho gusto hubiera trincado con el tío, pero le daba vergüenza mostrar que tenía hambre; un traguito, , bebería, para no desfallecer en el trance fatal, pero le repugnó ver a Agapo chupar la boca de la botella con sus labios grasientos.

Iba a reventarse de fatiga; necesitaba refrescar; no era por burla, sino por compañerismo. Pero él huía los ojos del ofrecimiento, volviéndolos a la Virgen para tomarla por testigo de su martirio. Ya bebería al día siguiente, sin miedo alguno, cuando dejase a la Macarena segura en su iglesia.