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Esperaba ser bastante fuerte para dominarse; pero al volver a ver a la joven, después de una ausencia de dos meses, se dio cuenta de que su mal, en vez de calmarse, llegaba al paroxismo, y que nunca podría ser para ella un simple amigo. Estaba en este punto de sus reflexiones, cuando el señor Aubry se aproximó a él: Y bien, Juan, ¿en qué piensas?

Su aspecto es efectivamente el de «un mar que, despues de una gran borrasca, se hubiese congelado repentinamente en el momento de comenzar á calmarse, pues toda la superficie es una sucesion de bancos ondulosos de nieve que imitan exactamente no las grandes olas del Océano irritado, pero las de un mar mediterráneoTodo hace creer que esa forma es debida á lentas y seculares aglomeraciones producidas por la accion combinada de la presion atmosférica, la tendencia de gravitacion de los bancos y depósitos de hielo y nieve, la fuerza poderosa de las corrientes subterráneas, las condiciones químicas del suelo y de las rocas, y la facultad explosiva del cristal de hielo comprimido en todas direcciones.

Quiere alcanzar a su hermano para consolar su corazón con algunas palabras de ternura y de reconocimiento, pero oye los pasos de Martín repercutiendo ya abajo, en el vestíbulo. Es demasiado tarde. Antes de meterse en cama necesita calmarse. Apaga la lámpara y abre una de las hojas de la ventana. El aire fresco de la noche, que le acaricia el rostro, le produce bienestar y lo apacigua.

Roberto había hundido la cabeza en sus manos y escuchaba con espanto el lenguaje incoherente de Marta. Poco a poco pareció calmarse, su respiración se hizo más regular y más espaciada; de rato en rato su cabeza se inclinaba hacia un lado para volverse a levantar inmediatamente después, con un brusco movimiento. Un irresistible sueño se había apoderado de él.

Cuando sonaba la hora de la llegada de Juan, acechaba sus pasos en la escalera. Al principio lo hacía maquinalmente, ansiosa de ver calmarse a su padre; pero una noche sorprendiose de esperar a Juan tan febrilmente... ¡Cómo, su camarada de la infancia la preocupaba hacía algún tiempo! ¿Era, pues, un hombre nuevo o lo había desconocido hasta entonces?

Pero el tiempo cumplió como suele cumplir siempre, endulzando lo amargo, limando con insensible diente las asperezas de la vida, y aunque el recuerdo de su esposa no se extinguió en el alma del usurero, el dolor hubo de calmarse; los días fueron perdiendo lentamente su fúnebre tristeza; despejóse el sol del alma, iluminando de nuevo las variadas combinaciones numéricas que en ella había; los negocios distrajeron al aburrido negociante, y á los dos años Torquemada parecía consolado; pero, entiéndase bien y repítase en honor suyo, sin malditas ganas de volver á casarse.

Pero cuando el primer ímpetu del dolor comenzó naturalmente a calmarse, como él tenía que habituarse de manera fatal a la idea de la muerte; como todas las fuerzas de su alma se concentraban a recoger, a custodiar, a inmortalizar la memoria del ser que se había alejado para no volver, en su mente comenzó a apuntar la reflexión de si la muerte no se compadecería de aquel odio ciego y de su deseo de venganza.

La lámpara esparcía su luz tenue y risueña, como si hubiera alumbrado una escena de las más alegres, y suavemente el viento soplaba, rozando las ventanas con una caricia. Abajo, el ruido parecía calmarse: se oían risas a intervalos cada vez más lejanos, el runrún de las voces se trasformaba en un murmullo uniforme y confuso. Los comensales estaban cansados, digerían.

Después de apagar el fuego, que pudiera descubrirlos a los salvajes que quizás hubiera por aquellos contornos, se tendieron en la yerba y esperaron impacientes la luz del nuevo día para seguir buscando a sus compañeros. Aunque estaban cansadísimos, no pudieron cerrar los ojos en toda la noche. Sus inquietudes, lejos de calmarse crecían de momento en momento.

¿Se atreve usted á negarlo? dijo Paz, dando algunos pasos hacia ella con el resplandor de la ira en los ojos. Yo ... no dijo Clara, retrocediendo con espanto. ... lo niego. Después añadió, haciendo un esfuerzo por calmarse y calmar á su juez: Óigame usted, señora: yo le contaré la verdad; le diré lo que ha sido. Yo soy inocente; yo no he permitido.... ¡Jesús, Jesús!