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Actualizado: 5 de mayo de 2025
En la calle Ancha, en suma, se congregaba todo el patriotismo con todo el fanatismo de los tiempos; allí, la inocencia de aquella edad; allí, su bullicioso deseo de novedades; allí, la voluble petulancia española con el heroico espíritu, la franqueza, el donaire, la fanfarronada, y también la virtud modesta y callada.
¡Cómo a la noche callada le place el verte ¡oh Manila! hermosa, alegre y tranquila cabe la mar reclinada...! Ver la agrada, cuando sube la marea la ola que al llegar se ve, como por besar tu pie se deshace y forcejea.
"Hoy, cuando él vino, se había puesto en una postura romántica, el codo en la rodilla y la cara apoyada en el dorso de la mano. Julio la comparó con "El Pensador" de Rodin. Ella se quedó callada. "¿Una pena de amor? "Peor que eso, Julio. Me ha pedido Lorenzo en matrimonio, y Zoraida no sabe qué contestar. "Lorenzo... Lorenzo... Julio quería recordar. Había oído ese nombre varias veces en la casa.
¡Qué importa! Te digo que quisiera morirme... Daría con gusto la vida por que no quisieras a Gonzalo... ¿Le quieres, corazón mío, le quieres mucho? Cecilia no contestó. ¡Dime, por Dios, que no le quieres! Cecilia siguió callada. Al cabo de algunos instantes dijo, esforzándose en vano por dar una inflexión segura a la voz: Gonzalo renuncia a casarse conmigo, ¿verdad?
Y al sentirse empujada al descanso y a la dulzura, Carmen subía su sacrificada voluntad a la excelsitud del propósito encendido en su alma, y sus labios, plegados en muda queja, musitaban: Quiero ser santa..., quiero serlo. La miraba Salvador aquella tarde sin reproches ni desvíos, adivinando toda la tormenta ruda y callada de aquel inocente espíritu.
Doña Juana, que era sencilla, pero no simple; modesta y dulce, pero no cobarde; callada y circunspecta, pero no torpe, se entró un día sola en el aposento del duque su esposo, tomó un pistolete y lo llevó á su aposento, después de cerciorarse de que estaba cargado. Doña Juana se había puesto en lo peor. Y como todo el que se pone en lo peor, había acertado.
La viva luz que iluminaba la puerta del mesón, las carcajadas que desde ella se oían y el rumor de vasos entrechocados hicieron vacilar un momento al inexperto viajero, que hasta entonces había pasado sus noches en la pulcra y callada celda del convento.
Está callada, callada, con la cabeza baja, con los ojos cerrados, con las hojas rotas en las manos caídas.
Lucía permaneció al lado de Clara hasta más tarde. También se quedó con ella el Comendador. Juntos y solos volvieron ambos á la casa. La noche estaba hermosísima, la calle silenciosa y solitaria, el ambiente tibio y perfumado, el, cielo lleno de estrellas y sin luna. Lucía iba callada, contenta, pensado en la ventura de su amiga. No estaba D. Fadrique menos soñador é imaginativo.
Pero ¡ay! ¡es demasiado tarde... demasiado tarde! ¿Demasiado tarde? exclamé. ¿Por qué? Quedó callada. Su semblante cubriose de una repentina palidez mortal y hasta sus labios se pusieron blancos: luego la vi temblar de pies a cabeza. Repetí mi pregunta gravemente, con mis ojos fijos en ella.
Palabra del Dia
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