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Actualizado: 5 de junio de 2025


Mientras permanecía callada, charlaban unos con otros, pero siempre en voz baja, como si se hallasen en un templo o en la misma cámara real. Sus hijas Recareda y Valeria, jamonas de alto bordo, se mostraban ante ella tan respetuosas, tan obedientes y sumisas como niñas de diez años; y lo mismo su hijo viudo, lleno de canas.

Hay en nuestras sociedades enemigos muy espantosos, a saber: la especulación, el agio, la metalización del hombre culto, el negocio; pero sobre éstos descuella un monstruo que a la callada destroza más que ninguno: es la codicia del aldeano.

, señor, eso mismo pienso yo. ¿Y la aborreces?... Nela estuvo callada un momento. Después cruzando los brazos, dijo con vehemencia: No, señor, yo no la aborrezco, sino que la deseo. ¡A buena parte ibas a buscarla! Yo creo que después que uno se muere tiene todo lo que aquí no puede conseguir.... Si no, ¿por qué nos está llamando la muerte a todas horas?

Pendiente sobre un seno que palpita callada exhalas de tu olor la huella. No hay otra flor que te aventaje a bella ¡Por algo te pusieron sampaguita! Igual que una esperanza de bonita, eres flor y pareces una estrella; y no hay mejor adorno de doncella, ni perfume más fino necesita.

»Para no descubrirte, muéstrate al principio circunspecta y callada, que con esto pasarás por modesta, y la modestia es virtud que en todas partes se aprecia; y en este periodo primero de circunspección, dedícate a observar lo que hacen los demás para aprenderlo y hacerlo misma luego que te vayas soltando.

Y como era imposible vencer el empeño que su madre tenía de quedarse allí, ya entrado el otoño, la compañía de sus parientes se le hizo más odiosa y pasaba las horas callada, retraída y con una gran tristeza.

No llega allí ruido humano, y esa calma callada hace que el corazón busque instintivamente algo que allí falta: el espíritu simpático que goce a la par nuestra, la voz que acaricie el oído con su timbre delicado, la cabeza querida que busque en nuestro seno un refugio contra la melancolía íntima de la soledad... ¡Proa al Norte, proa al Norte!

Por tal conducto vino Lucía a saber al dedillo los ápices más menudos del genio y condición de Ignacio; su infancia melancólica y callada siempre, su misántropa juventud, y otras muchas cosas relativas a sus padres, familia y hacienda. ¿Será cierto que a veces se complace el Destino en que por extraña manera, por sendas torturosas, se encuentren dos existencias, y se tropiecen a cada paso e influyan la una en la otra, sin causa ni razón para ello? ¿Será verdad que así como hay hilos de simpatía que los enlazan, hay otro hilo oculto en los hechos, que al fin las aproxima en la esfera material y tangible?

Como la joven siguiera callada, Ferpierre continuó lentamente: ¿Tampoco ahora quiere usted contestar?... Comprendo esa reserva. No puede usted o no debe revelar los secretos de su asociación. Y con su silencio querría usted significar que el Príncipe vino a Zurich expresamente para trabajar en la propaganda, para conspirar, por una razón política en definitiva.

Y lo que dice la muestra de escribir, que los libros buenos son como los viejos: «Un libro bueno es lo mismo que un amigo, viejo»: eso dice la muestra de escribir. Nené se acostó muy callada, pensando en el libro. ¿Qué libro era aquél, que su papá no quiso que ella lo tocase? Cuando se despertó, en eso no más pensaba Nené. Ella quiere saber qué libro es aquél.

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