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Actualizado: 10 de noviembre de 2025
¿Y el relicario de María Clara? preguntó Sinang. ¡Es verdad! exclamó el hombre, y un momento sus ojos brillaron. Es un relicario con brillantes y esmeraldas, dijo Sinang al joyero; mi amiga lo usaba antes de entrar de monja. Simoun no contestó: seguía ansioso con la vista á Cabesang Tales. Despues de abrir varios cajones dió con la alhaja.
Creía aún sentir el estremecimiento que le producía el suave tintineo de las llaves, abandonadas con la confianza de una autoridad sin límites en la cerraja de un mueble antiguo donde guardaba Doña Bernarda sus ahorros. Así ocultó con mano trémula en sus bolsillos todos los billetes guardados en los pequeños cajones. Temblaba de emoción al consumar el acto audaz.
Como vivía en la Cava de San Miguel, desde que se levantaba, a la primera luz del día, echaba una mirada de águila sobre los cajones de la plaza. Bajaba cuando todavía estaba la gente tomando la mañana en las tabernas y en los cafés ambulantes, y daba un vistazo a los puestos, enterándose del cariz del mercado y de las cotizaciones.
Durante toda la noche la oyó Juan Claudio ir de un lado para otro en su cuartito, hablando a solas como si se felicitara a sí misma, pronunciando el nombre de Gaspar y abriendo cajones y cajas para buscar, sin duda, algunos recuerdos que le hablasen de amor. Así el pajarillo, sorprendido por la tormenta, tiritando aún, comienza a cantar y a saltar de rama en rama, al salir al primer rayo de sol.
Visita disponía de los criados del Marqués; previo el consentimiento del cocinero, por lo que respecta a la cocina, sacaba algunas provisiones de la despensa; mandaba a la tienda por azúcar, pasas, pimienta, sal, ¡diablos coronados! si el señor Pedro no abría los cajones de sus armarios; que viniera todo lo que se necesitaba. «¿Dinero?
Tu hermano ha tomado en serio el ser director espiritual de las oficialas del taller, y las aturde a letanías: tu madre... chico, lo diré con mucho respeto; pero hay que llamar a las cosas por sus nombres... tu madre está como si le hubieran sorbido el seso: Tirso la tiene días enteros doblando ropas, arreglando cajones, recibiendo la labor a las chicas... y, vamos a la parte más fea del asunto.
De grandes dimensiones, madera amarillenta, vetas y visos morados; dá buena tablazón y se usa en construcción y en muebles ordinarios. Malatumbaga. De grandes dimensiones, madera color rojo carne ó ladrillo, de textura compacta y de fácil labra; se saca buena tablazón que se emplea en cajones. Mayapis.
Enormes cajones de madera gris montados sobre ruedas y con dos puertas levadizas alineábanse a docenas, aguardando la buena época de las expediciones, o sea las corridas del verano. Estos cajones habían viajado por toda la Península llevando en su interior un toro bravo hasta una plaza lejana y volviendo de vacío, para alojar en sus entrañas otro y otro.
Luego sacó de uno de los cajones un revólver, lo examinó con detenimiento, lo cargó con nuevas cápsulas, lo colocó sobre la mesa y echó de nuevo la llave al cajón. Abrió la puerta del salón, abrió la de la habitación contigua, que era el dormitorio matrimonial, encendió un cigarro y se puso a pasear a lo largo de la crujía con aparente calma.
Su padre era el hombre más valiente y más hermoso de la tierra. Así lo veía él. Y un día que, examinando los cajones de su camarote, encontró varias fotografías de mujeres llevando al pie los nombres de lejanos países, su admiración aún fué más grande. Todas debían haber enloquecido de amor por el capitán del Mare nostrum. ¡Ay!
Palabra del Dia
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