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Actualizado: 10 de julio de 2025


El vicio aquel tenía sus depravaciones, porque la señora de Santa Cruz no sólo iba a las tiendas de lujo, sino a los mercados, y recorría de punta a punta los cajones de la plazuela de San Miguel, las pollerías de la calle de la Caza y los puestos de la ternera fina en la costanilla de Santiago.

Vamos, un servicio y le reduzco á siete los nueve mil pesos que me debe. Usted hace entrar por la aduana todo lo que quiere, cajones de lámparas, hierros, vagilla, cobre, pesos mejicanos; ¿usted suministra armas á los conventos? El chino afirmaba con la cabeza; pero él tenía que sobornar á muchos. ¡Mía dale tolo á los Pales!

Cerraron bien la puerta, para que nadie pudiera fisgonear desde el pasillo. Si alguien lo hiciera, no habría oído más que un abrir y cerrar de los cajones de la cómoda, un cuchicheo de Benina, y roncas gárgaras de la otra.

Y para esto llevan en sus cajones bien acondicionados los cartuchos, hechos de camellote en lugar de lienzo, porque de esta suerte evitan que quede algun fuego en el cañon, y dicen que no se calienta tanto, aunque se disparen muchos tiros seguidamente con dicho cañoncillo.

Los cajones estaban abiertos y todo indicaba los preparativos de un viaje. Mauricio pensó "Está ya en el coche." Cogió su abrigo y un sombrero y bajó vivamente. Salió por la puertecilla, volvió la esquina de la calleja y no vió coche alguno. Supuso que el cochero, habría entendido mal y esperaría, acaso en el otro extremo de la calle, y corrió á cerciorarse. La callejuela estaba desierta.

Germana recordó a sus padres el capítulo de Pablo y Virginia en que ésta gasta el dinero de su tía en pequeños regalos para su familia y sus amigos: ¿Qué haremos de todo esto, dijo, nosotros que ya no tenemos amigos ni familia? ¡Qué lástimaEl duque abrió los cajones con noble desdén, como hombre a quien todos los esplendores han sido familiares; pero no conservó su indiferencia a la vista del oro.

¿?... dijo él moviéndose en el sillón con gran desasosiego . Pues doy, pues doy. Guillermina empezó a dar palmadas, gritando: «Hosanna... ya le tenemos cogido». Y con vivacidad, semejante a la de una jovenzuela, echó mano a la llave que estaba puesta en uno de los cajones de la mesa. Eh... ¿qué libertades son estas? gritó su sobrino sujetándole la mano.

Un curioso entra en el archivo, echa una ojeada sobre los estantes, armarios y cajones, y dice: «esto es una confusion; para distinguir lo auténtico de lo apócrifo, y arreglarlo todo en buen órden, es necesario pegar fuego al archivo por sus cuatro ángulos, y luego examinar la ceniza.» ¿Qué os parece de la ocurrencia?

Casi todos los días del mes se pasaban en angustiosos arbitrios para reunir cuartos, cosa en extremo difícil ya, porque no había en la casa objetos de valor. El crédito en tiendas o en cajones de la plazuela, habíase agotado. De los hijos nada podía esperarse, y bastante hacían los pobres con asegurar malamente su propia subsistencia.

Después de tomar mi bebida caliente, me acerqué de nuevo al escritorio de mi amigo muerto, y lo examiné cuidadosamente para ver si tenía algunos cajones secretos.

Palabra del Dia

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