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Actualizado: 10 de octubre de 2025
En los cajones inferiores del estante había algunos libros de más sólida enseñanza, pero la llave de aquel departamento se había perdido. Cuando un socio pedía un libro de aquellos, el conserje se acercaba de mal talante al pedigüeño y le hacía repetir la demanda. Sí señor, la crónica de Vetusta.... Pero ¿usted, sabe que está ahí? Sí, señor, ahí está...
Necesitaba observar que el bote atracaba sosegadamente en el muelle y descargaban de él algunos barriles y cajones para sentir desvanecerse su ilusión.
Así que me levanté y desperté del aturdimiento en que el golpe me había sumido, fue mi primer cuidado, urgar en los cajones de una vieja escribanía, en busca de una llave igual a la que había hecho desaparecer el cura. Mis pesquisas no duraron mucho; después de dos o tres infructuosas experiencias di con lo que buscaba.
El comisario los registraba uno por uno, abría los cajones de los muebles, ninguno de los cuales estaba cerrado con llave, y después de echar una ojeada a los objetos de elegancia femenina de que estaban llenos, los volvía a cerrar.
La carretera estaba atestada de carromatos, carretas y ómnibus, que conducían al valle de Baztán para las tropas fardos de zapatos, sacos de pan, cajones de galleta de Burdeos, esparto para las camas, barriles de vino y de aguardiente. El camino estaba intransitable y lleno de barro.
Por todas partes no se encuentran mas que cajones de pólvora, de balas y de obuses; la caballería, la infantería y los artilleros vuelven a sus puestos. El mariscal Victor, con doce mil hombres, defiende la carretera de Saverne; pero los puentes de las plazas fuertes están levantados desde las siete de la noche hasta las ocho de la mañana.
Rodando con dificultad, con precipicios espantosos á los lados, incómodos en los estrechos cajones, llegamos á la cima de los Alpes, á una altura de que solo víéndolo se cree possible llegar; tanto habíamos subido.
El aspecto de la casa ponía grima: todo estaba como cuando tras larga enfermedad viene la muerte, causando momentos de perturbación y desorden: los cajones abiertos, revuelto cuanto había sobre las mesas, y las sillas con montones de ropas tiradas al descuido.
A los portales de la calle de San Fernando vamos á llevar á nuestros lectores. En una de las tiendas, mejor dicho cajones, está nuestro tipo. Pepay, sentada en el pequeño mostrador, observa á los transeúntes al par que con una mano acaricia un fardo de diversas y pintarrajeadas telas, y con la otra perezosamente da vueltas á un pequeño listón de narra que le sirve de medida.
Tenía que huir, ponerse en salvo inmediatamente. Los enemigos pensarían seguramente que estaba en Marchamalo, y al amanecer, los caballos de la guardia civil trotarían por la cuesta de la viña. Fue un momento de loca agitación que el pobre viejo creyó interminable. ¿Adónde ir?... Sus manos abrían los cajones de la cómoda, revolviendo las ropas. Buscaba sus ahorros. Toma, hijo mío: tómalo todo.
Palabra del Dia
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