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Actualizado: 6 de junio de 2025


Lo compraba por resmas en un almacén de la calle de las Infantas. El dueño de este almacén solía decir burlando que la señora de Escudero le consumía tanto como una imprenta. Otro de los asuntos que dio origen a algunos disturbios domésticos que hubieran degenerado en graves conflagraciones si uno de los bandos no hubiese operado una prudente retirada, fue el de las invitaciones.

Pocas veces se había visto una pasión más viva, más frenética que la que esta señora sentía por su hijo. Para ella seguía siendo el mismo niño que arrullaba en la cuna, consolándose de la muerte repentina de su esposo. Decíase burlando entre los veraneantes que seguía acostándole calentándole previamente la cama y haciéndole repetir su oración al santo ángel de la guarda.

Al mismo tiempo el consejero mental le decía rencorosamente: «¡Se está burlando de ti!... Hora es ya de que esto acabe... Hazla sentir tu autoridad de hombre.» Y esta voz tenía el mismo timbre que la del difunto Tritón. De pronto ocurrió una cosa violenta, brutal, innoble.

Era el capitán de todas las fechorías perpetradas en el colegio, de noche, burlando la vigilancia de los Padres, bien para hacer un escalo en la despensa y proveerse de víveres, bien para efectuar un bromazo, eligiendo por víctima a un desdichado novato sin experiencia.

Había pasado su vida en continua lucha con la marina real inglesa, burlando la persecución de los cruceros en su famoso bergantín repleto de carne negra, que transportaba desde la costa de Guinea a las Antillas. Audaz y de una frialdad inalterable, jamás le vieron oscilar sus marineros. Contábanse de él cosas horripilantes.

Hace un momento, por ejemplo seguía diciéndole confidencialmente a Pomerantzev, acariciándose la larga barba , hace un momento coqueteaba con usted y conmigo, y estoy seguro de que ahora se está burlando de nosotros, y, escondida detrás de la puerta, ¡está llamándonos imbéciles! ¡Está ahí, créame usted! Hasta juraría que está haciéndonos muecas. ¡Oh, conozco muy bien a esa maligna criatura!

Todos los pisos bajos son tiendas, apenas hay rejas. ¿Cómo se las arreglarían ahora aquellos galanes? ¡Qué cosas se les ocurrirían a Villamediana y a Quevedo, viendo este Madrid, que tiene la Plaza de Oriente al Norte, la estatua de la Comedia delante del teatro italiano, y aquí en la Plaza de la Constitución la estatua de un rey absoluto! ¡Cuánto disparate!... Pero, ¿no vendrá esa chiquilla? ¿Se estarán burlando de ?

Si usted accede, él vendrá hoy mismo a pedirle la mano de la señorita Germana y dentro de quince días se habrá celebrado la boda. Por de pronto, el duque saltó al suelo y miró fijamente al doctor. ¿No está usted loco? dijo , ¿no se está burlando de ? Supongo que no olvidará usted que soy el duque de La Tour de Embleuse y que puedo doblarle en edad... ¿Es verdad todo eso que me ha dicho?

Otro, menos profundo y amigo de explicar las cosas por lo natural y fácil, contradijo a sus compañeros, y probó lindamente, en un discurso de dos horas y media, que la tragedia la había motivado sin duda alguna la presencia de algún tremendo salteador que, burlando la vigilancia de los guardias y venciendo los obstáculos que cercaban la real estancia y sus jardines, había venido a despojar a la sultana del inestimable collar que llevaba en la garganta.

»Respondió Camila que le parecía muy bien su parecer y que ella le seguiría; pero que en todo caso convenía buscar qué decir a Anselmo de la causa de aquella herida, que él no podría dejar de ver; a lo que Leonela respondía que ella, ni aun burlando, no sabía mentir.

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