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Actualizado: 16 de junio de 2025
Un movimiento se produjo en la espesura como si los que la ocupaban se dispersasen en todas direcciones. Los soldados entonces empezaron á avanzar, libres de toda resistencia. Otro hombre apareció sobre una peña blandiendo una lanza; los soldados dispararon, y el hombre se dobló poco á poco, se agarró á una rama; otro disparo, y cayó de bruces sobre la roca.
Mozos pálidos y sudorosos, como si fuesen a morir, avanzaban hasta el «paso», con el sombrero perdido, el chaleco desabrochado, apoyados blandamente en los hombros de los camaradas, y entonaban una «saeta» con voz de agonizante. A la entrada de la calle, en las aceras de La Campana, quedaban tendidos de bruces varios «macarenos», como si fuesen los muertos de esta gloriosa expedición.
Sonó entre la niebla un tiro, y el señorito Octavio se desplomó sobre la tierra con la cara mirando al cielo. Oyóse inmediatamente un segundo disparo, y la condesa vino á caer de bruces sobre él, cual si fuese á hacerle una caricia. El conde surgió de la nube al instante. Llegóse á los cadáveres y con un pequeño esfuerzo los hizo rodar por la pendiente de la Peña. La niebla los tapó en seguida.
Al fin, habiendo dejado escapar un acorde más áspero y estridente que los otros, el viejo párroco no pudo aguantar más, y levantándose vivamente, se fue hacia él y le encajó una patada en los riñones que le hizo caer de bruces. Allá fueron el músico y su violón rodando con estrépito. Al ruido levantaron la cabeza todos los fieles.
Mi largo peregrinar por el mundo filosófico me ha hecho concluir que todo lo que sea apartarse de esta enseñanza del «Angel de las Escuelas» equivale a descarriar el entendimiento, con harto peligro de caer de bruces en la herejía.
La iglesia y la casa rectoral estaban un buen trecho más allá, en una angostura sombría y húmeda. Todo dormía en el silencio más completo cuando el joven sacerdote llegó. Las gallinas picoteaban en la calle delante de la casa; un gato rabón se lavaba la cara sentado sobre la paredilla de la huerta, y un mastín desorejado dormía de bruces sobre la tabla del hórreo vecino de la casa.
Soledad se levantó encendida y sonriente de la cama, se limpió las lágrimas con el pañuelo y le echó los brazos al cuello en un rapto de amor y sumisión. Celos. Dos meses después de esta escena entró Manolo Uceda una tarde en la tienda, que á tal hora solía hallarse solitaria. Soledad se había quedado dormida de bruces sobre el mostrador con la mejilla apoyada sobre las manos.
La mala ventura de Toribión quiso que al hacer la tercera vuelta se le enredasen los pies entre un helecho y cayese de bruces. Alzóse rápidamente, pero antes que pudiera emprender de nuevo la carrera un garrotazo de Nolo le hizo dar con su pesado cuerpo en el suelo.
Sé religioso, pero cesa de ser fanático: verás cómo dejo de ser impío. El ceño de Tirso y sus respuestas secas iban haciendo a Pepe perder la calma. Si te acomoda continuó estar de bruces todo el día y usar cilicio, aunque andes a gatas o te hagas un cinturón de escarpias, me tiene sin cuidado.
¿No soy yo más experimentado que vos? Experimentado y sabio. Pues respetadme por mayor en edad y en saber. Contestadme, joven, y creed, suponed que os habla y os pregunta vuestro padre. Sois nuevo en la corte, y la corte es muy peligrosa. Habéis dado de bruces con palacio y para vos se ha centuplicado el peligro. ¿Para qué esperáis á don Rodrigo Calderón? Para matarle. ¿Y por qué?
Palabra del Dia
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