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Actualizado: 16 de junio de 2025
Recordaba vagamente un perro negro de lanas, noble y hermoso; debía de ser un terranova. ¿Qué habría sido de él? . El perro se tendía al sol, con la cabeza entre las patas, y ella se acostaba a su lado y apoyaba la mejilla sobre el lomo rizado, ocultando casi todo el rostro en la lana suave y caliente. En los prados se arrojaba de espaldas o de bruces sobre los montones de yerba segada.
Muy bien, Brull muy bien mugía el ministro, de bruces en su pupitre, oyendo con delicia sus propias ideas en la boca del joven. El orador descansó un instante, paseando su mirada por las tribunas, iluminadas ahora por las lámparas. La dama de la tribuna diplomática había cesado de abanicarse, mirándole fijamente.
Por fin se vistió, y saliendo a la sala, vio a su tío dormido, de bruces sobre la mesa, junto a la luz, la botella grande a su lado, medio vacía. «Podría salir sin que me sintiera nadie... ¿Y si despertara a mi tío y le dijera que viniese conmigo...?». La idea de asociar a Platón a su temeraria empresa, hízole ver la realidad, y lo disparatado de aquella idea. «Pues lo que es mañana temprano se dijo volviendo a la alcoba , mañana tempranito, antes de que salga para el obrador, voy y la acogoto...».
Por uno de los muchos agujeros que éste lucía, miró al otro lado, hacia donde estaba la cuna. Vio a la niña dormida, y al ama, de bruces sobre el lecho de Nucha, roncando sordamente. No era de temer que se despabilase la marmota: el rapaz podía a mansalva realizar sus propósitos.
Además, todo el mundo sabía que no era posible fiarse de él, que se gozaba en despistar a sus amigos y hacerles caer de bruces en un mal negocio.
El marino, sonriente, señaló con el pie una gruesa saeta clavada profundamente en un tablón á tres pasos de la cabeza de Roger. Pocos segundos después el timonel cayó de bruces y Roger vió en su espalda el asta ensangrentada de otra flecha.
Su espíritu se volvía hacia aquel paraje ansiando la frescura de sus árboles, el rumor de sus aguas, la paz de su ambiente. ¡La paz, la paz! Esto era lo que necesitaba su cuerpo gastado, su corazón deshecho. La carta de su marido le había producido el efecto de un rayo. Cayó de bruces sobre el suelo privada de conocimiento.
Después, el múltiple y desigual estampido de los disparos atronó el aire, y al disiparse el humo de la descarga se vio el cuerpo inmóvil y tendido de bruces en el suelo.
Las bocas de las tiendas, abiertas entre tanto colgajo, dejaban ver el interior de ellas tan abigarrado como la parte externa, los horteras de bruces en el mostrador, o vareando telas, o charlando. Algunos braceaban, como si nadasen en un mar de pañuelos. El sentimiento pintoresco de aquellos tenderos se revela en todo.
Gonzalo quedó como estaba, de bruces sobre el pretil del paredón, contemplando el mar que lo batía suavemente. Las olas, después de chocar en la piedra con leve y hueco estampido, retrocedían corriendo sobre las otras, y producían rumor semejante al de una cortina que se despliega.
Palabra del Dia
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