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Actualizado: 23 de mayo de 2025


El joven se retorció el bigote con expresión distraída y su mirada vaga pareció buscar en el espacio una silueta fugitiva. La tía Liette le observaba como al descuido. ¿Está en camino, Carlos? preguntó maliciosamente. No, todavía está en las nubes. Y con una risa un poco forzada para ocultar su confusión, el joven dio un sonoro beso en la frente de la empleada.

El mancebo, con su bigote blondo, su pelo rubio, su tez delicada y sanguínea, el brillo de sus galones que detenían los últimos fulgores del astro, parecía de oro; y la muchacha, morena, de rojos labios, con su pañuelo de seda carmesí, y las olas encendidas que servían de marco a su figura, semejaba hecha de fuego.

Un joven arquitecto, italiano, que el gobierno ha contratado para concluir la obra, se ha comido ya todas las uñas y el bigote mirando la esfinge. Mi humilde opinión es que ha llegado el momento de llamar al homeópata, para satisfacción de la familia, porque el Capitolio está muy enfermo y no le veo mejoría posible.

Había obscurecido; podía aventurarme a eso; y me he despedido de todo. He ido hasta la tumba de mis padres, delante de la puerta de la iglesia... y también a la Corona, porque debía aún una miseria al dueño... ¿Y has olvidado el molino? Juan se muerde los labios, se retuerce el bigote y murmura: Ya iré. ¡Oh! ¡qué alegría tendrá Martín! exclama Franz Maas, rojo también por la emoción.

Según los maldicientes de la tertulia, se había cortado el bigote, enviándolo bajo sobre, en un arrebato de nostalgia, a cierto pintor con el que había vivido en París, un artista malfamado y simbolista, que representaba sus concepciones por medio de efebos desnudos de femenil musculatura.

Lo más notable en aquel hombre no era ni su traje, ni su cara europea sin barba ni bigote, sino el color rojo subido de ella, color que le ha valido el apodo de Camaroncocido bajo el cual se le conocía.

Su piel, surcada por las arrugas, tenía el brillo de una eterna humedad, como si el vino volatilizado penetrase por todos sus poros y se escurriese por el borde de su bigote en forma de lágrimas.

Temo dijo con extraño brillo en su mirada y retorciendo las guías de su bigote, temo que se preocupa usted demasiado del asunto. Pasarán algunos días antes que se le pida una resolución. Hablemos de otra cosa; supongo que no se resfrió ayer noche. El rostro de Carolina adquirió con una sonrisa su gracia peculiar. ¡Le pareceríamos sin duda tan alocadas!... ¡Y dímosle tanta molestia!...

Aquel ingenierillo no tenía otros medios de vida que los que él le diese: ni riqueza, ni poder, y sin embargo, era posible que por sus pocos años, por su cara de madamita con bigote, no le ocurriera lo que á él con todos sus millones. ¡Cristo! ¿Para qué servía, pues, el dinero? Aresti se impacientaba. Bueno, hombre: deja en paz á ese chico, y si no quieres verle en seguida, que aguarde.

Juanito, eres un imbécil dijo el avaro con los labios trémulos por la rabia, erizándosele el bigote de cepillo . Siempre creí que en tu carácter había más de tu padre que de mi hermana, y por eso te quería; pero ahora veo que me engañé.

Palabra del Dia

bagani

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