Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 23 de junio de 2025
Al fin me hallé frente a frente del administrador, un señor anciano, pálido, bigote y perilla blancos, traza de militar retirado y gorro de terciopelo azul en la cabeza. ¿Qué se le ofrece a usted? Esta pregunta me pareció tan inaudita, tan bárbara, que me quedé clavado en el suelo, mirándole con espanto. Vamos, caballero, ¿qué se le ofrece a usted?
Expía el gran crimen que se llama juventud. Estar de pie ahí, ante la tumba abierta todavía de un viejo camarada, es horrible, señores, les aseguro... simplemente horrible. Los pies se hunden en la tierra recién removida, uno se retuerce el bigote con expresión idiota y al mismo tiempo, querría aullar de pena.
D.ª Carolina decía a Romadonga mientras su marido se atusaba gravemente el triste y pacífico bigote: No necesito decirle, Sr. Romadonga, que entiendo perfectamente la intención con que su amiguito se ha hecho presentar por usted esta noche.
Y que solían llevar la barba en forma de cola de delfín lo había dicho el mismo autor en un romance de la Musa VI: «Era Alejandro un mocito a manera de la hampa, muy menudo de faiciones y muy gótico de espaldas. Véase antepuesto al apellido, como se anteponen estos otros nombres. Don Guillén de Castro, El Narciso en su opinión, jorn. I: «D. GUTIERRE. ¿Bueno está el bigote? TADEO. Bueno.
Al murmurar acariciábase el bigote con el cabo del estilógrafo, mientras sus ojos recorrían las páginas emborronadas para restablecer la ilación de sus ideas. Olvidóse instantáneamente del lugar dónde estaba; pasó de golpe a un mundo distinto, un mundo sólo de él, que parecía latir en los pliegos ennegrecidos por su escritura.
Pasé a su lado como una exhalación, y encontré a mi hermana tendida en el suelo, sin conocimiento, con la cabeza sobre las rodillas de mamá. ¿Qué le han hecho ustedes a Marta? grité dejándome caer de rodillas junto a ésta. Nadie me contestó. Mamá, desatinada, se retorcía las manos, y papá se mordía el bigote, sin duda para retener las lágrimas.
Yo, a su lado, en la actitud legendaria de un infante de Lara, desesperado por la fatalidad, me retorcía lúgubremente el bigote. Y la dulce criatura, entre dos gemidos del teclado, de una sonata penetrante, cantó volviendo hacia mí sus ojos brillantes y húmedos: «L'oiseau s'envole, La'bas, la'bas!... L'oiseau s'envole... Ne revient pas...» El ave ha de volver al nido! musité yo enternecido.
Era a él, a su blanco bigote de tártaro, a su panza color de oca, a quien todo un sacerdocio recamado de oro ofrecía, al roncar del órgano, ¡la eternidad de las Alabanzas! Entonces, pensando que Lisboa y el medio adormecido en que me movía, eran favorables al desenvolvimiento de estas imaginaciones, partí, viajé modestamente, sin pompa, con un baul y un lacayo.
Ahora, con el entusiasmo del champán, se llevan a los labios las banderitas que tienen ante los platos y ponen los ojos en blanco gritando: «Americain! Americain!...» En la mesa siguiente está Martorell, aquel muchacho con lentes y bigote rubio: un catalán, del que creo haberle hablado.
Por algunos instantes apenas se oyó en la estancia mas que "querido duque", "señor duque". "¡Oh, duque!" El objeto de tanta atención y acatamiento era un hombre bajo, gordo, la faz amoratada, los ojos saltones y oblicuos, el cabello blanco, y el bigote entrecano, duro y erizado como las púas de un puerco-espín.
Palabra del Dia
Otros Mirando