Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 5 de octubre de 2025


Frecuentemente, en casa de madama de Longueval, después de comer, dormitaba un poco. Vosotras le habéis acogido con tanta bondad, que ha recobrado su antigua costumbre. Y ha hecho muy bien dijo Bettina. No hagamos ruido, no le despertemos. Sois demasiado buena, señorita; pero la noche está muy fresca. ¡Ah! es verdad, podría resfriarse. Esperad, voy a buscar un tapado.

Bettina resiste, rehúsa, y, sin embargo, ¡qué tentación! Pero no, no irá, no verá a Juan hasta la noche para la explicación decisiva que viene preparando desde hace veinte días. Los niños salen con su aya, mientras Bettina, Zuzie y Richard se sientan en el parque, cerca del castillo.

Mientras procuraba resolver este problema, Bettina, de repente, le dijo a media voz: ¡Señor Juan, señor Juan! ¿Señorita? Mirad al señor cura, se ha dormido. ¡Oh, Dios mío! yo tengo la culpa. ¡Cómo! ¿vos tenéis la culpa? preguntó madama Scott, en voz baja también. ... mi padrino se levanta al alba y se acuesta muy temprano; me recomendó mucho que no le dejara dormir.

Si dentro de veinte días os digo: «¡Zuzie, estoy segura de amarlome permitiréis que vaya hacia él, yo misma, yo sola, a preguntarle si me quiere por esposa. Es lo que hicisteis vos con Richard... Decid, Zuzie, ¿me lo permitiréis? , os lo permitiré. Bettina besó a su hermana, murmurándole al oído: ¡Gracias, mamá! ¡Mamá, mamá!

Y dirigiéndose a Paulina agregó: ¿Queréis tener la bondad de darme un vaso de agua fresca, señorita? No, nada más... un vaso de agua fresca, porque me muero de sed. Y yo dijo riendo Bettina, mientras Paulina corría en busca del vaso de agua, yo me muero de otra cosa, me muero de hambre.

Mi hermana no ha bajado aún. ¡Ah! ya viene. Bettina hizo su entrada con el mismo vestido de muselina blanca y el mismo grupo de encajes, la misma belleza y la misma acogida amable, risueña, franca. Servidora de usted, señor cura. ¿Me habéis perdonado mi horrible indiscreción del otro día?

Y el cura también respondió madama Scott. ¡Ah! , señor cura, ¿queréis dejarme decíroslo? ¡Si supierais cuán feliz me considero por haberos encontrado tal cual sois! Esta mañana en el tren, ¿qué os decía, Bettina? ¿y hace un momento en el carruaje?

Preguntadle a mi hermana... ¿Decid, Zuzie, cuando yo era chica en New-York, no ponía bien la mesa? , muy bien respondió madama Scott. Y ella también, rogando al cura excusara la indiscreción de Bettina, quitose el sombrero y el abrigo; y Juan gozó una vez más del muy agradable espectáculo de un cuerpo precioso y admirables cabellos. Pero el desorden, y Juan lo sintió, no tuvo segunda edición.

Juan partía al día siguiente... Bettina le rogó con insistencia viniera a pasar el último día en Longueval, a comer con ellas. Pero Juan se negó, alegando sus ocupaciones la víspera de la partida. Llegó a la noche, como a las diez y media. Había venido a pie, y más de una vez en el camino, pensó volver sobre sus pasos. Si tuviera valor se decía, no la volvería a ver.

Vais a ver, señor cura dijo Bettina, vais a ver cómo no he mentido, si no me moría realmente de hambre. Os prevengo que voy a devorar. Nunca me he sentado a la mesa con tanto gusto. ¡Esta comida terminará también la jornada! Estamos tan contentas mi hermana y yo, de ser dueñas del castillo, la granja, los bosques...

Palabra del Dia

neguéis

Otros Mirando