Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 15 de julio de 2025
Apenas hay mujer, por cándida que sea, que se atreva a decir a nadie esto que aquí se apunta; pero las más de ellas, cuando se encuentran en la posición de doña Luz, lo sienten y lo creen a pies-juntillas, aunque se lo callan por temor de las burlas irreverentes de incrédulos y bellacos. Dimanaba de todo algo como embriaguez de felicidad para doña Luz.
No llegaba a mí desde una legua y andaba alrededor con el cucharón, y como yo me estaba quedo, parecían tretas contra olla que se sale. Díjome al fin: -Esto es lo bueno y no las borracherías que enseñan estos bellacos maestros de esgrima, que no saben sino beber.
Díjome: "Al fin, esto es lo bueno, y no las borracheras que enseñan estos bellacos maestros de esgrima, que no saben sino beber!"
No hubo bien acabado el cura, cuando Sancho dijo: -Pues mía fe, señor licenciado, el que hizo esa fazaña fue mi amo, y no porque yo no le dije antes y le avisé que mirase lo que hacía, y que era pecado darles libertad, porque todos iban allí por grandísimos bellacos. ¡Majadero! -dijo a esta sazón don Quijote-, a los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos van de aquella manera, o están en aquella angustia, por sus culpas o por sus gracias; sólo le toca ayudarles como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas y no en sus bellaquerías.
¡Tregua, Tristán! exclamó Roger apresuradamente. Me voy, antes que ser ocasión de una lucha. Cállate, muchacho, le contestó su amigo, arremangándose y mostrando los hercúleos brazos. Mal año para mí si esta gentuza no ha dado con la horma de su zapato. Hazte á un lado y verás cómo les arde el pelo.... ¡Acercaos, mandrias! ¡Venid á trabar conocimiento con los puños de Tristán de Horla, bellacos!
Lo que suelen hacer algunas mujercillas simples y algunos embusteros bellacos es algunas misturas y venenos con que vuelven locos a los hombres, dando a entender que tienen fuerza para hacer querer bien, siendo, como digo, cosa imposible forzar la voluntad. -Así es -dijo el buen viejo-, y, en verdad, señor, que en lo de hechicero que no tuve culpa; en lo de alcahuete, no lo pude negar.
-Ahora bien -respondió Sancho-, venga esa ínsula, que yo pugnaré por ser tal gobernador que, a pesar de bellacos, me vaya al cielo; y esto no es por codicia que yo tenga de salir de mis casillas ni de levantarme a mayores, sino por el deseo que tengo de probar a qué sabe el ser gobernador.
Bellacos de esta especie, palafreneros sin costumbres, como éste, que vimos salir en el último siglo, dirigidos por el entonces Duque de Chartres, de las caballerizas inglesas para preludiar la revolución. ¡Oh, si no hubieran hecho más que preludiarla! dijo sentenciosamente el señor Laubepin se les perdonaría. Le pido un millón de excusas, mi querido señor, pero hable.
Indudablemente dejar la modestia a un lado y obligar a sentir a aquellos bellacos el peso de sus conocimientos en la esgrima. La primera señal que dió de su indignación y del soberano desprecio que sus enemigos le inspiraban, fué el escupir al suelo, con ruido, cuando alguno de éstos cruzaba a su lado, como indicando que le daba asco.
¡Bellacos! ¡Fátuos! ¡Presumidos! exclamó. ¿Quiénes son ellos? ¿Qué obra los acredita para darla de sabios y de críticos? Les perdono las ofensas. Lo único que no puedo perdonar es la ingratitud. ¡No les temas! ¡No te asustes! Escribe, muchacho; ¡escribe, y que rabien!
Palabra del Dia
Otros Mirando