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Actualizado: 23 de julio de 2025
No obstante, seguían tenaces en el bosque, disparando de cuando en cuando alguna que otra flecha. Al caer la tarde, los pobres sitiados experimentaban ya las torturas del hambre y sobre todo de la sed. Desde la mañana sólo habían comido aquellas galletas, y desde la noche anterior no bebían un solo trago de agua.
En dirección contraria veíase un grupo de mocetones ingleses, arqueros del condado de Estápleton á juzgar por el pelícano azul cosido sobre el coleto; gente alegre de cascos y dura de puños, que bebían á más y mejor y cantaban á voz en cuello y cuya presencia obligaba al mercader á apresurar el paso, mientras su fámula ocultaba el rostro con el manto al oir los piropos nada delicados de aquella turba.
Bebian en tanto la mayor parte de los apuntes, que no entendian una palabra de la materia; Martin discurria con el hombre docto, y Candido contaba parte de sus aventuras al ama de la casa. Despues de cenar, llevó la marquesa á su retiete á Candido, y le sentó en un canapé. ¿Con que está vm. enamorado perdido de Cunegunda, la baronesita de Tunder-ten-tronck? Sí, Señora, respondió Candido.
El padrino hacía parar delante de todas las tiendas de montañeses conocidas; llamaba al chicuco; aparecía éste con una batea de cañas; se bebían alegremente entre el corro de la gente que se apiñaba instantáneamente para verlos, y ¡arrea, niño! vuelta á escapar desempedrando las calles. En la de la Carne el aplauso y la algazara fueron indescriptibles.
Ezto e de las propios lagrimitas de Jezú decían unos chasqueando devotamente la lengua. No contestaban otros, es la mezmízima leche de la Mare e Dió... Y el señorito reía, gozándose en su asombro. Era vino de la bodega «Dupont Hermanos»: un vino venerable y carísimo, que sólo bebían los mislores allá en Londres. Cada gota valía una peseta.
En la taberna de Paula todo era falsificado; ella compraba lo peor de lo peor y los borrachos lo comían y bebían sin saber lo que tragaban, y los jugadores sin mirarlo siquiera, fija el alma en los naipes. El consumo era mucho, la ganancia en cada artículo considerable. Por eso no había prendido ya fuego a la taberna con todos los ladrones dentro.
Los jóvenes sacaban de la faja las monedas de cobre, después de largos titubeos, y bebían, justificando mentalmente este gasto extraordinario con el absurdo pensamiento de que al día siguiente no habían de trabajar.
Los convidados se agitaban casi en la oscuridad, en medio de una confusion de los muebles mas heterogéneos, ataviados con los vestidos mas extraños, y bebían y bailaban al compás de la orquesta mas extravagante que se puede imaginar: y todo eso en un estrecho aposento del piso mas alto de la casa.
El galeno dábase palmadas en la ancha frente, indignado contra sí mismo por su torpeza. ¿Cómo no lo había conocido antes? ¿De qué otra cosa podía provenir aquella tendencia inflamatoria y pletórica tan común entre los monjes? No le quedaba duda: del vino. Además de ser generoso y añejo, lo bebían á todo pasto, en anchos y profundos tazones, á gaznate abierto y codo levantado, sin regla ni medida.
Sólo quedaban cuatro ebrios, de ojos húmedos, que bebían con fruición, preocupándose únicamente del contenido de sus vasos. Hindenburg, volviendo el fuerte dorso á su clientela, leía en el mostrador un periódico de la noche.
Palabra del Dia
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