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Al oir este nombre la cara de la señora de Campistrón cambió repentinamente, sus mejillas se hincharon, su barbilla se hizo saliente, sus cejas pintadas su juntaron, marcando en su frente una barrera fomidable, dió una fuerte palmada y dijo con voz amarga: ¡Ah! ¡Jenny Hawkins! ¡Hacía mucho tiempo que no oía hablar de tal persona! ¡Jenny Hawkins!

Estaba hablando el señor Goycochea, un vasco de ojos claros, membrudo, bajo de estatura, la cabeza cana y el bigote y la barbilla teñidos de rubio con cierto descuido que dejaba visible el blanco de las raíces capilares. Maltrana le tenía por el más rico de los tres. Bastaba ver el respeto de sus compañeros, que callaban apenas tosía él indicando su deseo de hablar.

Algunas jóvenes americanas de frescas carnes, barbilla un poco gruesa, cabello rubio, anchos hombros y largos talles, conversaban en un inglés silbado y gutural. Su conversación se refería á la cantante cuya presencia estaba anunciada y que ofrecía á los invitados de Harvey un atractivo poco ordinario.

Además, ese diablo de barbilla... esa mirada... huelo el dueño, el hombre seguro de su fuerza y que quiere imponérsela a todos... Es verdaderamente guapo; y, sin embargo, tengo la intuición de la antipatía de nuestros defectos, así como creo en la probable simpatía de nuestras cualidades. Su autoritarismo da miedo a mi independencia. Si me decido a tomar un marido, no quiero darme un dueño.

La pobre señora sabía a qué atenerse respecto a aquel suegro siempre serio y correcto, que acariciaba la barbilla de las payesas jóvenes con una frialdad de señor grave.

Luis se fijó en aquellos labios adorables, que se fruncían para ajustarse al cuello de la botella. Bebía con dificultad. Una gota se escapaba resbalando lentamente por la barbilla redonda y graciosa. Rodaba con pereza, enredándose en la imperceptible película de la epidermis.

Fernando, sin perder su risueña actitud, volvióse hacia Carmen, que estaba inmóvil y pasmada, para decirle: ¿Te gustan los colores? y le señalaba las telas desdobladas. La muchacha no se atrevía a responder ni casi a mirar. El se le acercó afectuoso y la obligó a levantar la cabeza, rozándole con la mano suavemente la redonda barbilla.

Preciso es que la madre haya puesto mucho de su parte, porque la verdad es que no encuentro en esta muchacha nada que le recuerde con su cabezota redonda, sus ojillos chispeantes, sus delgados labios contraídos por maliciosa sonrisa y su ancha y corta barbilla. Elena no es alta, muy menudita, con ademanes tímidos de pájaro dispuesto a volar.

Ni bajo ni alto, ni gordo ni delgado, Desmaroy tiene unas señas personales que corresponden a no pocos ciudadanos franceses... Es de los que se dice: frente regular, nariz regular, etc... Sólo su mirada autoritaria y su barbilla testaruda ofrecen algo bastante característico. Desmaroy no es ciertamente un cualquiera y hasta estoy dispuesta a creer que posee cualidades eminentes.

Rafael estaba pálido y tembloroso como si le agitase un propósito criminal. ¡Leonora! ¡Leonora!... ¿Y he de marcharme así? Le enloquecía aquella boca impregnada de miel, y de repente, disparándose en él la pasión contenida y sujeta por el miedo, se abalanzó sobre la artista, la agarró las manos y buscó ávido sus labios, como si pretendiera beber el zumo que se deslizaba hasta la redonda barbilla.