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Actualizado: 18 de junio de 2025


A la cama no se puede llegar; porque están alrededor todos los juguetes, en mesas y sillas En una silla está el baúl que le mandó en pascuas la abuela, lleno de almendras y de mazapanes: boca abajo está el baúl, como si lo hubieran sacudido, a ver si caía alguna almendra de un rincón, o si andaban escondidas por la cerradura algunas migajas de mazapán; ¡eso es, de seguro, que las muñecas tenían hambre!

Andrés se sintió profundamente intimidado cuando su tío le propuso que se quitase las botas y se pusiese las zapatillas. Me parece que no hay zapatillas en la maleta... Vienen en el baúl que trae un carretero dijo, con el aspecto encogido y el acento del que confiesa un delito. ¡Cómo! ¿No traes zapatillas? No, señor se atrevió a responder con voz débil. Bien; entonces te pondrás unas mías.

No encontrando explicación que pudiese dejar satisfecho a su tío, Andrés prefirió no dar ninguna. Ambos, pues, se mantuvieron callados. Al cabo, nuestro joven se fue otra vez tristemente hacia la casa y se puso a arreglar el baúl.

Por fin, se adelanta la diligencia, se aplica la escalera a sus costados, y la vaca recibe en su seno los paquetes: en menos de un minuto está dispuesta la carga, y salen los caballos lentamente a colocarse en su puesto. Es de ver la impasibilidad del conductor a las repetidas solicitudes de los viajeros. A ver, esa maleta; que vaya donde se pueda sacar. Que no se moje ese baúl.

Iba á buscar un coche para su señor y entraba para rogar á Francisco que subiese, á fin de ayudar al criado á bajar un baúl. "¿Según eso se va de viaje su amo de usted? dijo Francisco. , respondió ella ... Va á ver á unos parientes á Rouen...." ¡Bravo! interrumpió Roussel. Rouen y después Clères.

¿Y estos palitroques? pregunto, señalando unas varas que veo sobre un baúl. Para el golf. En Mar del Plata hay que ir todos los días al golf. Me han hecho cuatro trajes para este deporte. ¿Irás también al Club? No; sólo pienso ir al «Ocean»... Y, claro, al Brístol. Ya mi administrador ha escrito a don Pedro Mugaburu para que me reserve un departamento en el anexo, frente al mar.

La reyerta primero, la inquietud después y ahora un poco de irritación y despecho, le habían agitado demasiado para poder concentrar su atención. Además, hallándose escribiendo creyó percibir en la habitación contigua cierto ruido especial, como de un baúl que se arrastra.

Y me ayudó a subir precipitadamente al carromato. Coloqueme en el antiguo sitio de mi tía, aplastado de un lado por un baúl sin cerradura y del otro por los innumerables atados que componían mi equipaje, confeccionados por Petrilla con extravagantes formas. ¡Adiós, mi cura, adiós mi viejo cura! exclamé. Hizo un gesto cariñoso y se volvió rápidamente.

Después de guardarlo con llave en un baúl lleno de cosas viejas, volvió al lado de su marido, que se había quedado absorto, midiendo sin duda con azorado pensamiento la enorme distancia que en su ser había entre los arranques de la voluntad y la ineficacia de su desmayada acción.

Subió, pues, á casa é inmediatamente se puso á sacar de los armarios y á descolgar de las perchas la ropa que le pertenecía y á guardarla en el baúl. Se iba: se iba inmediatamente. Mientras colocaba con toda calma y cuidado la ropa, pensaba en el sitio adonde debía dirigirse.

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