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Actualizado: 4 de junio de 2025


»Ven pronto. »Te abraza tu tío Y ésta es la carta que ha recibido Azorín una página de nuestra historia contemporánea, un fragmento vivo, auténtico, con detalles vulgares, con rasgos épicos ¡en la realidad todo va junto! de nuestra vida de provincias literaria y política. Hoy Azorín se ha marchado a Petrel.

Pepita ha proferido una ligera exclamación de terror. ¡Ay, Azorín, a París, y qué lejos que está eso! Tiene razón Pepita en asustarse. París está muy lejos; además, allí no hablan como nosotros. ¿Qué va a hacer Azorín en París? París es una ciudad donde se vive febrilmente, donde las mujeres son pérfidas, donde las multitudes corren por las calles con formidable estruendo.

Azorín y el maestro se quedan asombrados. ¿Don Víctor habla? ¿Don Víctor tenía un bastón? ¡Esto es insólito! ¡Esto es estupendo! Y don Víctor prosigue: Yo tenía un bastón, ¿eh?... un bastón con el puño de vuelta, con una chapa de plata, ¿eh?... con una chapa de plata que hacía un ruido sordo al caminar... Don Víctor se detiene en una breve pausa; se siente fatigado de su enorme esfuerzo.

Y de cuando en cuando, al pasar junto a un portal, se oye el traqueteo ligero de los bolillos con que las niñas urden la fina randa. Hoy Azorín ha causado un pequeño desorden en una casa. Lo ha hecho sin querer. El iba tranquilamente por una calle cuando ha levantado la cabeza, y ha visto en un balcón a un amigo.

Como lleva la capa cerrada y él va tan encogido, mirando casi asustado a un lado y a otro, parece que va a realizar algo importante. Es, efectivamente, algo importante. Perdone usted ha dicho el viejo ; usted es crítico... Azorín ha sonreído con benevolencia; se sentía halagado por las palabras de este desconocido.

Azorín se marcha. Azorín, decididamente, no puede estar sosegado en ninguna parte, ni tiene perseverancia para llevar nada a término. Yo he leído en los diccionarios que autotelia significa «cualidad de un ser que puede trazarse a mismo el fin de sus acciones». Pues bien; no es aventurado afirmar, aunque sea en redondo, que Azorín no tiene autotelia. Por eso se marcha repentinamente de este pueblo, sin motivo ninguno, como se marchará luego de otro cualquiera.

Yo que era completamente inútil. Hace cuatro, seis, diez días, acaso más, que su petaca está vacía. Azorín ha sentido no tener costumbre de fumar, porque de buena gana le hubiera alargado un cigarro a este clérigo. Y como éste era un pequeño sentimiento, que pensando y repensándolo podía hacerse mayor como ocurre con todos , ha decidido dejar el sillón y salir a la iglesia.

Pepita sabe que hay por esos mundos grandes modistos y grandes joyeros, pero ella no desea nada. Y Azorín, mirándola un poco extático ¿por qué negarlo? , le dice: La elegancia, Pepita, es la sencillez. Hay muy pocas mujeres elegantes, porque son muy pocas las que se resignan a ser sencillas.

Verdú viste con traje oscuro, holgado; la camisa es de batista, blanda, sin corbata; calza unos zapatos suizos; lleva los tres últimos botones del chaleco sin abrochar. ¡Ay, Antonio! exclama Verdú . Yo no puedo soportar más este dolor que me abruma y no me deja reposar un momento. Azorín mira pensativo a Verdú, como antaño miraba a Yuste.

Y Azorín ha contestado: Yo imagino, Sarrió, que usted ya se regodea con las pechugas de esos patos. Y esos patos son de un buen hombre que es obispo. Este hombre, además de ser obispo, es un poco sabio y un poco artista, y en los ratos que le dejan libre sus cuidados se asoma al río y va echando migajas a los patos. San Bernardo era también amigo de los animalillos que Dios cría.

Palabra del Dia

rigoleto

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