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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Un alarido ronco elevábase, haciendo a lo lejos aullar a los perros; y de todas las viviendas desembocaba y corría el populacho, hombres ligeros armados de chuzos y hoces curvas. Súbitamente, el tumulto de las turbas que asaltaban la galería, buscándome sin duda, creyendo que yo guardaría el mejor de los tesoros, piedras preciosas, joyas. El terror me enloqueció.

Quedose Miranda indeciso un punto, y volviendo a aullar, derramó a borbotones su ira, exclamando: Mire usted que la cogeré... la cogeré.... Váyase usted, no me tiente la paciencia.... Cójala usted replicó Sardiola risueño de puro desdeñoso... a ver cómo se lucen esos ánimos... porque pensar que he de irme yo... a no ser que la misma señorita me lo mandase....

Pero creyó escuchar de nuevo el ay tristísimo. ¿Serían los perros? Asomóse a la ventana: la luna bogaba en un cielo nebuloso, y allá a lo lejos se oía el aullar de un perro, ese aullar lúgubre que los aldeanos llaman ventar la muerte y juzgan anuncio seguro del próximo fallecimiento de una persona. Julián cerró la ventana estremeciéndose.

De tarde en tarde sonaban cañonazos. La escolta del convoy tiraba y tiraba, yendo de un lado á otro con ágiles evoluciones. El enemigo había huído, como los lobos ante el aullar de los perros vigilantes. En otras ocasiones era una falsa alarma, y los cañones herían con sus latigazos de acero el agua desierta.

Los lobos, que permanecían sentados, le oían como personas que prestan atención. El mayor de ellos comenzó a aullar, y Yégof le dijo: ¡ tienes hambre, Sarimar! ¡Alégrate, alégrate, pues la carne no va a faltar en mucho tiempo; los nuestros están al llegar, y la batalla va a empezar de nuevo. Después se levantó y, golpeando una piedra con el cetro, dijo: ¡Aquí están tus huesos!

Una tarde salía la tía María más desazonada que nunca, de en casa del pobre pescador. Dolores dijo a su nuera , el tío Pedro se nos va. Esta mañana enrollaba las sábanas de su cama, y eso es que está liando el hato para el viaje de que no se vuelve. Palomo, que fue conmigo, se puso a aullar. ¡Y esa gente no viene!, estoy que no se me calienta la camisa en el cuerpo.

¡Llame usted á su perro! ¡Llame usted á su perro! gritó la señorita Guichard, oyendo á su mastín aullar lastimeramente. ¡Llame usted al suyo! respondió tranquilamente el hombre de la voz ronca. ¿Acaso le hemos ido á buscar? ¡Cuidado! creyó Bobart que debía exclamar; voy a pegarle un tiro!...

Alrededor del circo, atados a los pies de un banco hecho con tablas, había diez o doce perros flacos y sarnosos. El domador hizo restallar el látigo, y todos los perros a una comenzaron a ladrar y a aullar furiosamente. Luego el hombre vino con un oso atado a una cadena, con la cabeza protegida por una cubierta de cuero.

El perro, sin hacer caso de los puntapiés de Pedro, no cesaba de ladrar y aullar, corriendo de un lado á otro, unas veces acercándose á la hoguera con las orejas tiesas y los pelos erizados, marchando otras á ocultarse entre las piernas de alguno de los presentes. La algazara había ido cesando poco á poco en el concurso. Los rostros quedaron completamente serios.

Y el loco comenzó también a aullar, mientras que los lobos reanudaban sus salvajes gritos.

Palabra del Dia

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