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Actualizado: 22 de julio de 2025


Aun en otros asuntos es tan dañoso el contagio de la imaginacion, que suele atrasar mucho los buenos progresos de las Artes y Ciencias. Bien ve Ariston que algunas cosas nuevas de la Filosofía son mas comprehensibles que las que ha aprendido en las Escuelas; pero no se atreve á abandonar las máxîmas de sus Maestros.

Y le ha tenido con razón dijo con acento lleno y majestuoso la reina ; le ha tenido y debe tenerlo; se ha atrevido á sus reyes y se atreve; Lerma caerá... caerá... y yo pisaré su soberbia, yo que me he visto indignamente pisada por él. ¿Y sabéis, sabéis á quién se debe todo este cambio?... ¡A Dios! dijo con una profunda fe el padre Aliaga.

El señorito no pudo contenerse. ¿Eres , miserable? exclamó con voz alterada poniéndosele delante. ¿Eres , gañán asqueroso, el que se atreve á profanar lo que debiera ser tan sagrado para ti como la Hostia?... ¿No sabes que los criados no pueden atentar á la honra de sus señores?... Pues apréndelo, villano...

Todos los jóvenes se deben a su rey y a su patria en estos terribles días en que un miserable extranjero se atreve a conquistar a España. Hijo mío, mucho te amo; pero prefiero verte muerto en los campos de batalla y pisoteado por los caballos franceses a que se diga que el hijo del conde de Rumblar no disparó un tiro en defensa de su patria.

Encendió el apagado puro, tomó aliento, se pasó la mano por los bigotazos, y prosiguió en tono dulce, persuasivo, apacible, como si quisiera agradar a sus interlocutores: Vean ustedes: el mundo siempre ha sido mundo; corrupción la hubo siempre; por algo mandó Dios el Diluvio. ¿Quién se atreve a tirar la primera piedra? ¿Vamos, quien? ¿Usted, Licenciado? ¿Usted, mi señor don Cosme?

El Jubilado se encuentra en el último grado del abatimiento y apenas se atreve a murmurar «que viendo a Núñez vivo a su lado no había razón para tanto sustoLas señoras juzgan que Micaela ha estado irrespetuosa con su padre, pero al mismo tiempo no pueden menos de convenir en que aquello ha sido un escopetazo, y manifiestan a la desgraciada esposa una ardiente simpatía. El vino de Fernanda.

Pero reconocerás conmigo que eso del odio al jesuíta es algo anticuado. Sólo aquellos progresistas cándidos y heroicos de otros tiempos, podían ver la mano del jesuíta en todas partes y creer en sus venenos y puñales. Yo no creo en su tenebroso poderío ni en sus venganzas. En esta tierra nadie se atreve como yo á hablar contra ellos, y ya ves, nada malo me ocurre.

Esto no es creible, y por eso nos aventuramos á decir, que solo la mas completa ignorancia de lo que son nuestras Islas Filipinas, pudo ser la única causa y móvil que impulsó á sentar aquella proposicion, nada reparable para emitida en una conversacion particular por quien no haya visitado aquellos paises; pero de mucho bulto y trascendencia en quien escribiendo para el público, entra en comparaciones siempre odiosas, y se atreve á indicar la desmembracion de la monarquía, proponiendo se enajene una tan preciosa parte de ella como son las Islas Filipinas, que sin aventurar nada, se las puede hoy llamar la joya mas preciosa que adorna la corona de España.

Pero sus notas van debilitándose también; el bombo, que hasta entonces había hecho discretamente su parte, suena más fuerte, en cambio, porque sus sordos golpes llegan más lejos que los otros sones. Caminan juntos en silencio; ni uno ni otro se atreve a hablar. El brazo de Gertrudis tiembla bajo el de Juan; éste contempla las brumas de reflejos verdosos que se alzan de las praderas.

Benina reforzó su argumentación diciéndole: «Y puesto que es el niño tan vergonzoso, y no se atreve con su patrona, ni aun dándole a cuenta la cantidá, yo le hablaré a Bernarda, yo le diré que no le riña, ni le apure... Vamos, tome lo que le doy, y no me fría más la sangre, Sr. D. Frasquito».

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