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Actualizado: 9 de junio de 2025


Arrastrando en seguida el cadáver hasta el borde de una cavidad que negreaba al pie de los muros, empujolo con el pie reciamente para que rodara hasta el fondo. Luego, recogiendo la clara capa del muerto, embozose con ella, haciendo de lo suyo un lío que apretó bajo el brazo. Cuando se disponía a saltar de nuevo la tapia, vio asomar por detrás dos rostros obscuros. Tuvo un estremecimiento.

Legouvé supone que hasta los veinticinco años no brilla en la mirada de la mujer el fuego de la inteligencia; que la agudeza del ingenio se revela en las narices más movibles y más acusadas; que el alma, sobre todo, el alma de abnegación y de ternura, al asomar a los labios, a la sonrisa y a las lágrimas, muestra a la mujer con todo el brillo con que Dios la ha adornado al crearla; y, en fin, que una mujer no está llena de riqueza de sentimientos y de inteligencia hasta los veinticinco años.

Había en sus palabras un dejo protector. Más vale asíLa estancia donde me hallaba era, sin duda, la sala de recibo o de espera. No grande, con una ventana de rejas a la calle, abierta a bastante altura, para que nadie se pudiese asomar sino con escalera.

El 18 de diciembre de 1835 sale de Buenos Aires, y al subir a la galera, dirige en presencia de varios amigos sus adioses a la ciudad. «Si salgo bien dice, agitando la mano , te volveré a ver; si no, ¡adiós para siempre!» ¿Qué siniestros presentimientos vienen a asomar en aquel momento su faz lívida, en el ánimo de este hombre impávido? ¿No recuerda el lector que algo parecido manifestaba Napoleón al partir de las Tullerías para la campaña que debía terminar en Waterlóo?

Parecía que la leñosa corteza se le iba cayendo, poco a poco, al marqués, y que su corazón bravío y egoísta se inmutaba, dejando asomar, como entre las grietas de la pared, florecillas parásitas, blandos afectos de esposo y padre. Si aquello no era el matrimonio cristiano soñado por el excelente capellán, viven los cielos que debía asemejársele mucho. Julián bendecía a Dios todos los días.

Me siguen a todas partes, y así como me hago viejo son más asiduos. Cuando me metieron en el desván comencé a verles asomar por los rincones más oscuros. Por eso pedía un médico: estaba enfermo; tenía miedo a la noche; quería luz, compañía. ¿Y siempre está usted solo?

Satisfecho ya el capricho, dejé la calle de las Infantas, y me fui a casa de un amigo. Mas al día siguiente, fuese casualidad o premeditación, aunque es muy probable lo último, acerté a pasar por el mismo sitio a la misma hora. Mi gentil agresor, que estaba de bruces sobre la barandilla del balcón, se puso encarnado hasta las orejas así que pudo distinguirme, y se retiró antes de que pasase por delante de la casa. Como V. puede suponer, esto lejos de hacerme desistir, me animó a quedarme petrificado en la esquina de la primer bocacalle, en contemplación estática. No pasaron cuatro minutos sin que viese asomar una naricita nacarada, que se retiró al momento velozmente, volvió a asomarse a los dos minutos y volvió a retirarse, asomose al minuto otra vez y se retiró de nuevo. Cuando se cansó de tales maniobras, se asomó por entero y me miró fijamente por un buen rato, cual si tratase de demostrar que no me tenía miedo alguno. Entonces se generalizó por entrambas partes un fuego graneado de miradas, acompañado por lo que a respecta de una multitud de sonrisas, saludos y otros proyectiles mortíferos, que debieron causar notables estragos en el enemigo.

El instinto de la vida, porque lo contrario era su muerte, le dio alientos para asomar los ojos al abismo y medir con la mirada su verdadera profundidad.

Por lo que hace al carácter y tipo de la poblacion belga, ámbos varían, según las modificaciones que han sufrido las dos razas principales; pero en general se nota poco vigor de diferencias en los rasgos de las fisonomías, en las costumbres y en los caractéres, y en todas partes se ve siempre asomar un no qué de híbrido ó indeciso que indica el contacto de las razas vecinas.

Estaban rodeados de silencio y misterio; nadie los había gustado, nadie los conocía siquiera más que ella; la misma mano que había dejado caer en su corazón el bálsamo de la felicidad ignoraba en absoluto su bienhechora influencia. Este pensamiento la llenaba de íntimo gozo, que hacía asomar a sus labios descoloridos una sonrisa.

Palabra del Dia

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