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Actualizado: 9 de julio de 2025


La alegre charanga del colegio sustituyó aquel día a las severas campanadas que arrancaban de ordinario a los alumnos de la profunda quietud del sueño de la infancia, para arrojarlos en los pequeños azares, inmensos para ellos, de la vida de estudiantes; cien vivas atronadores al padre rector se unieron al punto a los acordes de la música, y la alegría desbordada, la vida bulliciosa que rebosaba en aquellos cuerpecitos, inundó de repente dormitorios, pasillos y el colegio entero, yendo a estrellarse a las puertas de la capilla por una de esas rápidas mutaciones, increíbles en los niños, que prueban el poder inmenso de la disciplina y la fuerza irresistible que en toda multitud ejerce la autoridad que sabe hacerse amar y respetar.

Es cierto que en el dia no nos seria muy dificil arrojarlos por fuerza de Coimbra y Albuquerque; pero, si por alguna transacion los dejamos en posesion de alguno de dichos presidios, no dejar

Y de una terrible bofetada arrojóle al suelo cuan largo era y lanzóse luego sobre él, dando roncos gritos de furor, vomitando contra el padre y la madre y el niño mismo horrendos insultos, que parecían hincharle la garganta como si no hubiera en ella espacio bastante para arrojarlos, dándole puñadas, pateándole todo el cuerpo, mesándole los cabellos y sacudiéndole la cabeza contra las rocas, hasta que, rendido y jadeante, viose de improviso las manos manchadas de sangre... Entonces dio un paso atrás, pálido y descompuesto, y sucedióle al punto, en un segundo, lo que sucede a todos los corazones generosos cuando pasa en ellos el vértigo horrible de la venganza y ven ya a su víctima indefensa y aniquilada, tendida a sus pies: una gran piedad hacia aquel pobre niño, en quien había querido él, sin conseguirlo del todo, acumular el odio inmenso que profesaba a su padre, invadió su pecho y despertó su razón, y con voz queda, enternecida casi, alargóle su propio pañuelo, diciendo: Tapón..., tienes sangre...

La señaló además para evitar murmuraciones y escándalo, porque ella había oído decir a un predicador que, según el Evangelio, no hay nada tan malo como el escándalo, y que a los escandalosos es menester arrojarlos al mar con una piedra de molino atada al pescuezo.

Con el desdichado autor de quien nos venimos ocupando, tenía este hombre amistad antigua: ambos habían corrido juntos multitud de aventuras, y sin separarse navegaron por los revueltos golfos del periodismo hasta encallar en los arrecifes de una oficina, de donde no tardó en arrojarlos un cambio ministerial, y se embarcaron de nuevo en la prensa en busca de posición social.

Lo repito, hay aqui una equivocacion en que se ha incurrido con demasiada generalidad, resultando de ella el fatigar inútilmente los espíritus investigadores, y arrojarlos á sistemas extravagantes. Pocos filósofos habrán hecho un esfuerzo mayor que Fichte para llegar á este principio absoluto. ¿Y qué consiguió?

Pues á ello; ¡eh! , Rosaura, sube esa carga. Una mujer subió hasta la mitad de la escalera de mano; desde allí entregó su carga á Pedro, que después de desatarla comenzó á tomar grandes brazados de hierba y á arrojarlos con fuerza hacia el sitio donde se hallaba la condesa, que á su vez la tomaba también y la iba esparciendo convenientemente.

Y cuando es una misa de mucha música, de esas que le gustan a don Luis, acabo por renegar del órgano y de quien lo inventó, pues me rompo los brazos. ¡El trabajo! dijo el campanero con énfasis . ¡El trabajo es un castigo de Dios! Ya sabéis su origen. Fue la pena eterna que el Señor impuso a nuestros primeros padres al arrojarlos del Paraíso. Es una cadena que siempre llevaremos arrastrando.

-No -dijo la sobrina-, no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores; mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, y hacer un rimero dellos y pegarles fuego; y si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo.

Antes que vender al economista el secreto de sus compras, que eran tal vez el principal hechizo de su vida sosa y rutinaria, optaba por hacer el sacrificio de sus galas, por arrancarse aquellos pedazos de su corazón que se manifestaban en el mundo real en forma de telas, encajes y cintas, y arrojarlos a la voracidad de la prendera para que se los vendiese por poco más de nada.

Palabra del Dia

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