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Actualizado: 19 de julio de 2025
El único que le acechaba los pasos, esperando impaciente el momento oportuno de acometerle, era aquel fantasma pálido y hediondo que se le había aparecido al arrojar algunas gotas de sangre por la boca.
Un día de San Francisco no puso colgaduras en los balcones del Casino el conserje. Ronzal, que era ya de la Junta, quiso arrojar por uno de aquellos balcones al mísero dependiente. ¡Señor gritaba el conserje si hoy es San Francisco de Paula! ¿Qué importa, animal? respondió Trabuco furioso . ¡No hay Paula que valga: en siendo San Francisco es día de gala y se cuelga!
Por medio de una querella, de una riña, de una explicación, cuenta con arrojar la cizaña entre vosotros, apoderarse de Herminia y ... ¿quién sabe? ¡acaso separaros para siempre! ¿Es serio lo que usted habla? ¿Sospecha usted de la señorita Guichard? Y tú, ¿sospechas de tu mujer? replicó con energía Roussel.
Sus amarillas ropas de infamia cubiertas de rojos pintarrajos absorbían la lumbre del poniente y cobraban sobre ella un esplendor bárbaro y fatídico. Hubiérase dicho la sacerdotisa de algún espantoso culto de inmolación y de éxtasis pronta a arrojar su sagrado cuerpo a las llamas.
Todos los empleados que vivían en el claustro alto envidiaban su cargo, por ser el más productivo y por el favor de que gozaba cerca del arzobispo y los canónigos. El Azul consideraba el templo como de su propiedad, faltándole poco para arrojar de él a los que le inspiraban antipatía.
Le cantó a la Virgen, y luego, poseído de santo entusiasmo, prorrumpió en requiebros. ¡Olé la Macarena bonita! ¡La quería más que a su novia! Para expresar mejor su fe, quiso arrojar a sus pies lo que llevaba en la mano, creyendo que era el sombrero, y un vaso fue a estrellarse en la hermosa faz de la gran señora.
Las señales de espanto reaparecieron alrededor de sus labios, y sus ojos abiertos sondeaban los espacios con una especie de extravío, su propio pensamiento la arrastraba, y, sin embargo, era ese mismo pensamiento el que, hacía un instante, le había inspirado el valor de arrojar a sus enemigos un victorioso reto.
El otro continúa: Pero haces bien en recordarme a nuestros padres; no tengo derecho a arrojar una mancha sobre su nombre, sobre el nombre de los Felshammer... Esa es una idea que me atormenta desde hace un tiempo... Y, a decir verdad, me alegro de haberte encontrado... Podemos hablar de ello tranquilamente... me voy a América.
A lo mejor se lleva uno cada chasco... ¡Cuántas veces pensamos mal de un sujeto, fundándonos en hablillas del vulgo o en cualquier dato inseguro, como por ejemplo, un pelo, un botón!... y después de mirar bien el hecho, ¿qué resulta?, que no basta para muestra un botón, que el que se cuelga de un cabello se cae; en una palabra, niña mía, que lo aparentemente deshonroso puede no serlo, y que la realidad, en vez de arrojar vergüenza sobre el sujeto, lo que hace es enaltecerlo y quizás honrarle.
Mientras Mario perdonaba y aun olvidaba el martirio de su hijo, ella lo tenía grabado a fuego en el corazón; no podía arrojar de su alma cierto rencor contra su padre, aunque fuese irresponsable. Tampoco Presentación le había perdonado las quemaduras del rostro. Fue necesario pensar en el establecimiento adonde le habían de conducir.
Palabra del Dia
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