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Actualizado: 19 de noviembre de 2025
Afortunadamente para el pobre perro, los perdigones fueron a aplastarse en un poyo de piedra; pero algunos de rechazo dieron en el lomo y en las ancas del animal, que lanzó un aullido doloroso. Los vecinos salían a sus puertas, y enterándose al instante de lo que ocurría, comenzaron a dar voces y a arrojar sobre el animal, que ningún daño les había hecho, todo lo que encontraban a mano.
Y todo aquel rebaño de malhumorados que esperando un acta jamás llegada, corrían como viejos caballos al olor de la pólvora a aglomerarse en dos masas al lado de la presidencia, apenas en el salón se armaba bronca con campanillazos, no podían imaginarse que el joven diputado muchas noches interrumpía su lectura con la tentación de arrojar contra la pared los gruesos tomos de las sesiones, y acababa pensando con escalofríos de intensa voluptuosidad en lo que habría sido de él corriendo el mundo tras unos ojos verdes cuya luz dorada creía ver temblar entre los renglones de la amazacotada prosa parlamentaria.
El asunto que me ha traído aquí, sólo a mí atañe contesté, haciéndole frente con repugnancia. Si le incumbe a mi esposa, yo tengo derecho de saberlo insistió. ¡Su esposa! grité, avanzando hacia él y dominando con dificultad el poderoso impulso que sentía de golpear y arrojar al suelo a ese joven rufián. ¡No la llame su esposa, hombre! ¡Llámela por su verdadero nombre: su víctima!
Pilar se cubrió la cara con su pañuelo. ¡Mala lengua! decía Gregoria. ¿Quién había de creer esto de usted? exclamaba con dramático acento Esteven. Esto es una vergüenza decía Pablo. Y entonces, dominando el tumulto, se alzó de nuevo la voz de Casilda, para arrojar a la cara de su cuñado esta palabra: ¡Ladrón! Si a Pilar no se le ocurre desmayarse, se pegan.
Por esta puerta no había escape, y me vestí con la resolución de un héroe; pero no me eché encima el armamento sin saber antes cómo había pasado la noche mi tío, que de seguro estaba ya despierto, si no levantado, según su costumbre de madrugar tanto como el sol mientras le quedaran fuerzas bastantes para arrojar sus huesos de la cama.
Pero respondió el señor Aubry, que buscaba un medio de rehusar la oferta generosa de Juan, tal vez Martholl aceptaría nuevas condiciones... Ama a María Teresa. Le ruego no dé ningún paso en ese sentido. No sería proceder con dignidad, créame; eso no serviría sino para arrojar el descrédito en nuestros asuntos.
Pero su ternura no es grande, en verdad, aun en sus horas más apacibles, y tarde ó temprano, más bien lo último que lo primero, puede arrojar del nido á sus polluelos, con un arañazo de las garras, un picotazo, ó una escocedora herida causada por sus dardos.
No es nada; no hablemos más de ello. Blanca se pasó la mano por la frente, como quien quiere arrojar un importuno pensamiento, pero yo continué conversando con tanta entereza, que en breve pareció libre de su preocupación. Y tú, Juno, ¿qué piensas decidir? Mi padre me ha dicho, Reina, que este matrimonio colmaría todas sus aspiraciones. Y a ti ¿te gusta?
Basta arrojar una mirada imparcial sobre algunas recientes y famosas producciones francesas, en que se describe la vida de los campos y de las minas, para convencerse de que el escritor no las ha observado y pintado con sinceridad, sino que ha acumulado con visible artificio en una comarca todos los crímenes, suciedades y horrores que ha leído en la prensa de varios años, acaecidos en los distintos departamentos de Francia.
El entregar al hombre á merced del solo sentimiento, es arrojar un navio sin piloto en medio de las olas. Esto equivale á proclamar la infalibilidad de las pasiones, á decir: "obra siempre por instinto, obedeciendo ciegamente á todos los movimientos de tu corazon;" esto equivale á despojar al hombre de su entendimiento, de su libre albedrío, á convertirle en simple instrumento de su sensibilidad.
Palabra del Dia
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