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Actualizado: 12 de mayo de 2025


No se dormia nadie, que todos en alto silencio escuchaban, y si le interrumpian, era para dar pruebas de admiracion y ternura general; y con tan vivos y bien sentidos términos se hablaba de las obligaciones de los reyes, del amor de la virtud, y de los riesgos de las pasiones, que arrancáron lágrimas á Babuco: el qual no dudó que fuesen los predicadores del imperio aquellos héroes y heroinas y aquellos reyes y reynas que acababa de oir, y hasta hizo propósito de persuadir á Ituriel que los viniese á escuchar, cierto de que semejante espectáculo le reconciliaria con Persepolis para siempre.

El día que dos alemanes señalaron, ó mejor dicho, arrancaron á la fuente por la fuerza de la ciencia, metales que no eran todavía conocidos, es uno de los grandes días de la historia. Comparados con esta fecha, ¡cuán insignificantes son en los anales de la humanidad las victorias ó la muerte de los más célebres conquistadores!

Estas consideraciones, hechas á solas y exageradas por la pasión inoculada por el periódico, le arrancaron una noche estas palabras: «Venderé una finca, ó la hipotecaré para sacar dinero; pero yo no me he de morir sin saber lo que es aquelloAquello era la corte; pero lo otro, de que se olvidó un momento, se le opuso en seguida á su proyecto. Y lo otro era ... el pleito.

Al salir ella, dejólo caer y trató de seguirla; pero a la puerta estaba un carruaje esperándola. El lacayo, sombrero en mano, le abrió la portezuela, y los caballos arrancaron al instante con velocidad. ¿Qué es eso, D. Raimundo? le dijo el dependiente, viéndole entrar de nuevo en la tienda . ¿Le ha hecho a usted impresión mi parroquiana?

Intentando estaba el último esfuerzo sobrehumano para hacerme entender de aquel fiero tribunal, cuando me arrancaron de las garras del sueño unas cuantas sacudidas de Chisco que acababa de entrar en mi cuarto. Pues con verme así libre de tan angustiosa pesadilla, aún hallé cierta semejanza entre mi despertar y el del reo en capilla por la llegada del verdugo para vestirle la hopa.

Saint Etienne dijo Artegui al cochero del ómnibus que, desde el pescante, vuelta la cabeza, aguardaba la orden. Arrancaron los caballos a su pesado trote percherón, y fueron rodando por las calles bien enlosadas, hasta detenerse ante un portal estrecho, con sus tiestos de plantas raquíticas, su escalerilla de mármol y sus claros faroles de gas.

Cambió la escena de pronto, y la cascada, el precipicio y el torrente arrancaron un murmullo de admiración a los espectadores, que pocas veces habían contemplado en aquel género una obra de arte tan acabada y tan bella.

A principios de 1593, el tribunal de la Inquisición recibió un largo escrito, en el cual se delataba á D. Luís como culpable del delito de herejía y judeismo, delito que había permanecido oculto é impune hasta entonces, haciéndose la delación tan en forma, tan detallada y minuciosa y con tan marcadas y expresas circunstancias, que los del Santo Oficio tomáronla por buena, y holgándose del servicio que á la religión iban á prestar, presentáronse en casa del teniente de Asistente, y con gran sorpresa suya, lo arrancaron del lado de su esposa, doña Jerónima Monardes, hija del famoso médico, y dieron con él en las cárceles del castillo de Triana.

Arrancaron con esto y fuéronse; quedé solo, llevéme el cofín a casa, conté la burla, y no quisieron creer que había sucedido así, aunque lo celebraron mucho. Por lo cual, los convidé para otra noche a verme correr cajas. Vinieron, y advirtiendo ellos que estaban las cajas dentro la tienda y que no las podía tomar con la mano, tuviéronlo por imposible, y más por estar el confitero, por lo que sucedió al otro de las pasas, alerta. Vine, pues, y metiendo doce pasos atrás de la tienda mano a la espada, que era un estoque recio, partí corriendo, y en llegando a la tienda, dije: «¡Muera!». Y tiré una estocada por delante del confitero.

Una voz suplicante que vibró a su oído y una mano febril que se apoyó en el caballo le arrancaron a aquel turbador pensamiento. El joven hizo un gesto de mal humor. ¡Usted, Juana! En verdad, es usted imprudente... No se trata ya de prudencia, Raúl; debes ahora advertir a tu madre que estamos casados, que soy tu mujer.

Palabra del Dia

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